miércoles, 9 de marzo de 2011

María Elena Rivera: Sobre Tres grandes sueños... (El Financiero)

El otro lado de los sueños, según Pablo España

Riesgoso, analizar a Freud a través de sus propias palabras
María Elena Rivera

Pablo España y Mario Alberto Alquicira habían pensado, en principio, hacer un trabajo dirigido a estudiantes de psicoanálisis sobre sueños famosos en la historia, como las interpretaciones onirománticas de las que se auxiliaba Alejandro Magno antes de emprender sus batallas, los de los faraones egipcios y de algunos filósofos occidentales.

El proyecto final se plasmó en un libro al alcance de lectores no especializados en psi, lleno de referencias literarias y cinematográficas: Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción, que por estos días circula en su segunda edición. Así, incluyeron el “sueño de los sueños”, el que tuvo Freud sobre la inyección de su paciente Irma, entre el 23 y el 24 de julio de 1895, y que se constituiría en piedra inaugural del psicoanálisis; un sueño del controvertido filósofo francés Louis Althusser en el que asesinara a su hermana y que algunos han calificado de premonitorio sobre el crimen que 16 años después cometería en la persona de su mujer, Hélène, en 1980. También hay un análisis sobre la famosa obra de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, publicado en 1865, pues, a decir del doctor Pablo España, aunque no es un sueño, su narración y el contenido tienen características que hacen posible su interpretación con la técnica psicoanalítica correspondiente.
            —¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
—Mario Alberto Alquicira era un estudiante destacado de mi seminario de sueños. Comenzamos con el trabajo del sueño freudiano de Irma, y finalmente trabajamos cuatro años en la elaboración de este texto. Ese fue el primer sueño que se analizó a través de una técnica. Antes de Freud, los sueños no eran tomados en cuenta. Se les consideraba, por ejemplo, el resultado de perturbaciones orgánicas, pero no se les daba valor inconsciente alguno.
Acerca de este pasaje se destaca en el libro el carácter seductor de Freud y la contratransferencia hacia su paciente, marcada por el deseo inconsciente del vienés de poseer a sus propias hijas. Esta idea, llamada por Freud “teoría de la seducción”, cambiaría después por la del “fantasma”, al percatarse de la responsabilidad del padre seductor en la neurosis femenina. En la teoría fantasmal son ellas, las hijas, las que desean a su padre. Se muestra, entonces, cómo el pensamiento científico no está a salvo de subjetividades.
—Sobre Louis Althusser —continúa Pablo España— yo había escrito algo antes, a raíz de una investigación de Fernanda Navarro, quien trabajando con el propio filósofo dio con un escrito que resultó ser el famoso sueño. Después, a su regreso a México, ella lo publicó. Y aunque ya todos sabíamos del asesinato de su mujer, en 1980, no dejaba de sorprendernos que un intelectual de la talla de Althusser hubiera cometido uxoricidio, pues nadie sabía nada de su vida privada. Nos enteramos, por ejemplo, de que había pisado hospitales psiquiátricos en el transcurso de su vida. Posteriormente, un diario nacional invita a psicoanalistas a publicar sobre el asunto. Néstor Braunstein, Frida Saal, Juan Diego Castillo y yo publicamos artículos al respecto. Éstos son los antecedentes por lo que se refiere a la parte de Althusser.
En efecto, no sólo escandalizó saber que el brillante estructuralista francés pudiera padecer una psicosis melancólica, al mismo tiempo que su creación intelectual debatía con lo más destacado del pensamiento marxista y psicoanalítico del mundo. También sorprendió que el propio psicoanalista de Althusser, René Diatkine, estuviera deslumbrado por la personalidad de su paciente, sinrazón —cuestionada en el trabajo de España y Alquicira— por la que aquél no fue capaz de evitar el trágico pasaje al acto psicótico.
—Como psicoanalista, ¿qué peso le da usted a los sueños en su práctica?
—Considero, como Freud, que los sueños son la vía regia de acceso al inconsciente, la puerta principal. En el psicoanálisis se utiliza la asociación libre. Ésta tiene la cualidad de acercarnos al inconsciente; al decir todo lo que se le ocurre al paciente, estamos muy cerca de cómo se sueña, es decir de lo que Freud denominó el proceso primario. En este proceso, como en el sueño, no existen la lógica, el juicio y la temporalidad. Por otro lado, en el relato manifiesto de los sueños hay un contenido latente que está disfrazado. Cuando al paciente le pedimos que relate su sueño, a través de la asociación libre estamos cerca del inconsciente de la verdad que el sujeto oculta.
—en su libro se habla de crear sentido a los sueños analizados, ¿qué tan difícil es poder dar cuenta del inconsciente de alguien ausente, a través de documentos?
—A diferencia de lo que otros psicoanálisis proponen, como el lacaniano, no se trata de la búsqueda de significantes, aquellos que se repiten en el discurso del paciente y que estando vacíos de contenido se llenarán por el propio paciente. Aquí no importa el significado sino el significante. Esa es una manera de leer los sueños. En cambio, lo que se interpreta siempre busca encontrar un sentido. Como en el álgebra, una Y o una X son algo que no tienen sentido, pero que se pueden llenar de tal. El libro está hecho a través de la idea de los contenidos manifiesto y latente de los sueños.
—Usted ha afirmado que las autobiografías son poco confiables, pues una persona no puede dar cuenta de lo que reprime inconscientemente, ¿qué tan confiable es analizar a Althusser o a Freud a través de ellos mismos?
—Es un riesgo, indudablemente. Y lo corrió Freud, por ejemplo, en un ensayo que tituló “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”. Hizo una serie de interpretaciones de la vida del artista a partir de un cuadro y sobre la obra misma. A eso se le llama psicoanálisis aplicado, que tiene el riesgo siempre de que el autor le añada algo que no hay; ese riesgo puede existir, pero el psicoanálisis ha vivido y existe con ese riesgo. Adicionalmente, a otros datos que se tienen sobre el paciente se armará un cuadro que él mismo puede confirmar para dar sentido a la interpretación.

Alicia y Louis

Es ya un lugar común relacionar la supuesta perversión sexual de Louis Carroll con la pequeña Alice Liddell, a quien dedicó sus libros más famosos, Alicia en el país de las maravillas y Detrás del espejo.
Como muchas ideas nuevas, cuyos orígenes no son de entendimiento inmediato, la imagen de Carroll tiende a ser desvirtuada por la nueva moral y los medios de comunicación, a través de “revelar” al “verdadero” matemático, contador de cuentos y fotógrafo de niñas.
En Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción (Editorial del Círculo Psicoanalítico Mexicano), Pablo España y Mario Alberto Alquicira se dan a la tarea de descubrirnos, desde el psicoanálisis freudiano, los deseos ocultos de Carroll. Si bien es cierto que el fetichista en cuestión prefería acompañarse de niñas pequeñas en lugar de rodearse de amistades adultas, no lo hacía por elección. No, voluntariamente, al menos.
El famoso cuento infantil de Carroll surge en una tarde veraniega, mientras un sacerdote, dos niñas más, Alicia y Carroll navegan por el río Támesis. Louis comienza el relato a través de asociar libremente ideas. La protagonista del cuento estaba parcialmente oculta por la figura del sacerdote: Alicia, entonces, “sería la analista y el motivo de una poderosa transferencia por parte de Carroll”.
“Puede afirmarse que Alicia es la parte femenina de Carroll”, agregan los autores. Alicia, el otro, “el que no es realmente otro, sino un reflejo y proyección del yo” está presente en las aventuras del país de las maravillas y al otro lado del espejo. Los autores encuentran que en Carroll había un anhelo secreto de haber nacido niña; gracias al cuento, puede serlo, a través de Alicia.
Por si fuera poco, en plena época victoriana, nos dicen España y Alquicira, Carroll lanzó un desafío a toda tradición lógica y psicológica de la literatura. "Carroll proclama con violencia que el lenguaje no es unívoco, sino multívoco y que la comunicación va siempre asediada por el malentendido".

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[Texto publicado por María Elena Rivera en El Financiero Cultural el jueves 18 de abril de 2002.]