lunes, 23 de mayo de 2011

Libertad en el psicoanálisis

Pablo España
María Elena Rivera

Entre los extranjeros que tuvieron que dejar atrás su tierra y aportaron muchas cosas a México se cuenta al doctor Pablo España, miembro destacado del Círculo Psicoanalítico Mexicano, quien falleció el 25 de enero de 2007.

            Su llegada a México fue similar a la de muchos españoles que huyeron de la dictadura franquista: siendo un niño, con su familia atravesó a pie la cordillera de los Pirineos para llegar a Francia, donde permaneció por un tiempo en un campo de concentración para refugiados republicanos. Posteriormente pudo trasladarse a la República Dominicana, donde vivió en condiciones precarias, situación que lo trajo al país donde decidió naturalizarse mexicano y donde definió su vocación de psicoanalista.

            “A él le estuvo destinado un lugar privilegiado en la historia del movimiento psicoanalítico nacional”, afirma Mario Alquicira, coautor de varios trabajos con Pablo España y de cuya semblanza sobre este último hemos tomado diversos datos.

            En efecto, Pablo España formó parte del Círculo Psicoanalítico Mexicano (CPM) casi desde sus inicios, donde fue codirector del área clínica y director del Cine Club Debate a lo largo de 14 años. El Círculo fue instaurado en 1971 por Armando Suárez, Raúl Páramo y Jaime Cardeña, bajo la influencia teórica de Igor Caruso, quien realizó parte de su preparación psicoanalítica con August Aichhorn, colaborador directo de Sigmund Freud.

            Afiliado a la Federación Internacional de Círculos de Psicología Profunda, ese primer CPM se encontraba bajo la orientación psicológico-social carusiana. Entre los lineamientos de la federación destacaba “el mínimo común divisor”, que incluía “una técnica psicoanalítica clásica (de corte freudiano) y una apertura a todas las cuestiones de tipo social”, por lo que no sólo se estudiaban los textos de Caruso sino también se abrió la discusión a las obras de Carlos Marx, Federico Engels, Wilhelm Reich, Erich Fromm, Teodoro W. Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse, estos últimos tres pertenecientes a la Escuela de Frankfurt. La producción teórica y ensayística de Pablo España, de esta manera, abarcó diversos temas relacionados con las ciencias sociales y el arte.

            En el contexto de los lineamientos de libertad organizacional que prevalecen en el CPM, Pablo España fundó el cine-club debate “El psicoanálisis y el cine”, cuyo eje ha sido la promoción del vínculo del psicoanálisis con la sociedad y la aplicación del saber psicoanalítico a otros campos del conocimiento, por lo que al final de cada función un analista, un crítico de cine o un especialista en otro arte promueven el debate entre el público.

            Acerca de la relación entre cine y psicoanálisis, Pablo España explicaba que los sueños son reflejo de los deseos o la angustia: “El cine también se ocupa de esos temas —agregaba—; en ese sentido es como un sueño dirigido. La imagen cinematográfica es más poderosa que las que pueden ofrecer el teatro y la literatura. Las imágenes en la pantalla pueden producir choques emocionales a los espectadores. No es que el cine sustituya al psicoanálisis como método de conocimiento, pero sí puede provocar una catarsis en el diván cuando ocurre el insight o sentido de la remoción”. (El Financiero, 14 de marzo de 2003).

            Asimismo, en los años setenta, parte del “mínimo común divisor” del CPM fue la acogida a un grupo importante de analistas sudamericanos que eran perseguidos por la dictadura de sus países, entre quienes se cuentan los lacanianos Néstor Braunstein y Frida Saal. De esta manera, Pablo España adquirió el conocimiento de otras escuelas para incorporarlas a su clínica; estudió psicoanálisis de niños con Silvia Bleichmar y la obra de Jacques Lacan, bajo la dirección de Armando Suárez y Tomás Segovia, el primer traductor al español de los Escritos del médico francés, quien reconstruiría la obra de Freud con base en la antropología, la lingüística y las matemáticas.

            Pablo España se mantuvo muy activo siempre, incluso durante sus últimos días, cuando dejó lista para la imprenta la reedición de su primer libro: Determinismo y libertad en el psicoanálisis, cuya aparición se dará en el transcurso de este año, y también organizó el ciclo 41 del cine club, que ahora está bajo la dirección de Mario Alquicira, su colaborador más cercano. El ciclo 42, denominado “Duelo, deuda y gratitud” estará dedicado a su fundador y tendrá lugar de abril a agosto, como siempre, los sábados, a las 18 horas, en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles.

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[Texto publicado por María Elena Rivera en El Financiero el martes 27 de marzo de 2007.]

miércoles, 18 de mayo de 2011

María Elena Rivera: Sobre Psicoanálisis y cine... (El Financiero)

Libro de Mario Alquicira y Pablo España

El cine tiene la cualidad de producir choques emocionales
María Elena Rivera

La imagen cinematográfica, dice el doctor Pablo España, está emparentada con los sueños en tanto que lo sueños son la vía regia al inconsciente, según los descubrimientos de Freud. “La imagen cinematográfica también es la mirada de los grandes directores que son capaces de reflejar el drama humano”.

Pablo España, director del cine club debate El Psicoanálisis y el Cine, celebra diez años continuos de una mirada multidisciplinaria a las grandes obras clásicas y contemporáneas de la cinematografía universal a través de psicoanalistas, directores, críticos, actores y pintores.

            Gustavo García, Busi Cortés, Daniel Gerber, José Perrés, Nelson Carro, José Luis Cuevas, Carlos Bonfil, Diana Bracho y Mario Lavista, entre otros, han analizado y comentado con el público películas de Akira Kurosawa, Elia Kazan, Woody Allen, Stanley Kubrick, Pedro Almodóvar, Arturo Ripstein, Ingmar Bergman y Alfred Hitchcock, por mencionar sólo a algunos.

            Junto con Mario Alquicira, Pablo España ha recopilado varias de las ponencias presentadas en el cine club en Psicoanálisis y cine, libro editado por el Círculo Psicoanalítico Mexicano.

            —¿Cómo surgió su interés por realizar un cine de debate?
            —El cine siempre me ha interesado porque me parece que está muy relacionado con el psicoanálisis, de acuerdo con la idea de los sueños de Freud —responde Pablo España—. Sin embargo, dado que en el cine se relacionan diversas artes, decidí que el debate debería ampliarse a otros aspectos: literatura, música, teatro; por esta razón, los ciclos de proyecciones no están limitados al enfoque psicoanalítico. Además, me parece que debe rescatarse esta forma de proyectar el cine porque propicia un acercamiento mayor a él.

—¿Cómo se explica la relación del cine con el psicoanálisis?
—Freud decía que la mente trabaja en dos modalidades: el proceso primario y el secundario. La primera sucede cuando soñamos y cuando en la clínica psicoanalítica se asocia libremente. En los sueños no existen la lógica ni la racionalidad. Como dijimos, los sueños están emparentados con las imágenes, mientras que en el proceso secundario, durante la vigilia, se intenta ordenar el caos psíquico a través de la razón y el juicio.

            Y es que, expresa Pablo España, los sueños reflejan los deseos reprimidos de las personas. “En los sueños también aparecen situaciones de angustia. Todo ello refleja la condición humana, sus carencias y sus anhelos. El cine también se ocupa de este tema; en este sentido, el cine es como un sueño dirigido, pero quizás el trabajo que más se acerca al psicoanálisis es el de corte surrealista. Ahí tenemos a Luis Buñuel, por ejemplo, el gran director español”.

—¿Cómo entiende el trabajo de Buñuel?
—Una de las características del cine de Buñuel es que trabaja mucho con el caos. Como se sabe, este director recurre a elementos surrealistas para sus películas. El surrealismo está emparentado con el proceso primario freudiano. Buñuel reconoció que había leído a Freud; entonces, en medio de un discurso coherente inserta alguna escena atemporal o incoherente. Es tan cercana la relación del cine de este autor con el psicoanálisis que el mismo Jacques Lacan —fundador de la revolucionaria corriente psicoanalítica que lleva su nombre— recomendaba a sus alumnos: si quieren conocer cómo es un paranoico, vean Él (la película que protagonizó Arturo de Córdova).

            “Buñuel es quizá el ejemplo más cercano del cine con el psicoanálisis; pero cuántos autores más no han reconocido este acercamiento. Woody Allen tiene comedias y dramas en donde el psicoanálisis es un elemento central; el absurdo de las cintas de los hermanos Coen también está relacionado”.

            —¿Qué ofrecen las imágenes al psicoanálisis?
            —La imagen cinematográfica es más poderosa que las que pueden ofrecer el teatro y la literatura, que también están relacionadas con el cine. Los recursos de su manejo no sólo ofrecen planos completos; un close-up, por ejemplo, puede reflejar el rictus de dolor de un rostro, como lo hace Bergman en varios de sus filmes. Las imágenes pueden producir un impacto interno de tal magnitud a quien las ve, que puede mover internamente sus problemas. El cine tiene la cualidad de producir choques emocionales a los espectadores. No es que el cine sustituya al psicoanálisis como método de conocimiento, pero sí puede provocar una catarsis en el diván, cuando ocurre el insight o sentido de la remoción.

            “Conozco el caso de un hombre que quedó totalmente confundido después de haber visto Rebelde sin causa, la inolvidable película que tuvo como protagonista a James Dean. Esta persona no recordaba el camino a su casa cuando salió del cine. En la película aparece un enfrentamiento con el padre, que es un sujeto débil, sin carácter. Ver esto le provocó un conflicto que lo puso en un estado confusional muy angustioso que posteriormente lo llevó al psicoanálisis”.

            “La confusión aquí puede entenderse como ‘estar fundido con’ el padre, pero de una manera muy destructiva, pues el hombre se funde con lo que le rodea y se siente angustiosamente perdido. El cine puede remover la psique de tal forma, que podría desencadenar la locura en personas fronterizas; es decir, que están con un pie en la psicosis y otro en la neurosis”.

Imágenes de Psiquis

“A partir de los años sesenta —se lee en Psicoanálisis y cine— el psicoanálisis empezó a cobrar mayor fuerza dentro del arte cinematográfico; aunque ya desde antes se dejaba ver la influencia que las teorías freudianas ejercían sobre los temas y el tratamiento de las películas. Así, el cine fue adoptando clichés hasta hacer que los tópicos psicoanalíticos quedaran plenamente integrados en las producciones fílmicas. Incesto, parricidio, fetichismo, culpa, fobia, etcétera, se habían convertido en moda […] las películas se convierten en atractivas realizaciones que ofrecen, amén de ingredientes eróticos y violentos, una nutrida avalancha de conflictos psíquicos”.

El cine club debate El Psicoanálisis y el Cine, ubicado en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, completó 29 ciclos temáticos en diciembre de 2002. En el vigesimotercero, “Lo siniestro en el cine”, Marina Lieberman, investigadora con formación psicoanalítica, comenta la cinta Corazón satánico (Angel heart), de Alan Parker. El pacto que Johnny Favourite hace con Lucifer, y del que ingenuamente pretende escapar, da lugar a la reflexión del concepto de lo siniestro en el psicoanálisis.

“Harry Angel [el detective contratado por el personaje denominado sugerentemente, Louis Cyphre, para seguir la pista a Favourite], el corazón de ángel, lleva en el nombre su marca. Es un ángel inocente, víctima de un destino irrevocable”, dice Marina Lieberman. Harry Angel es el mismo Johnny Favourite que ha asesinado no sólo a quienes se cruzan en la investigación, sino también a su propia hija, con la que cometió incesto.

Pero Harry Angel está inmerso en su propia trampa al querer romper el trato; mas no podrá salir de allí porque “hay en ella un goce maligno”, que es lo siniestro, el goce lacaniano que difiere del placer mundano. En tanto, Lucifer, amo de la situación, “goza viendo a Harry aceptar el contrato que le propone una vez más. Johnny vendió su alma al diablo, y éste se la comió como un hueso duro sin sal”, dice Lieberman acerca de un encuentro clave entre el personaje de Robert de Niro y el del sujeto en fuga, donde el primero se traga de un bocado el huevo que ha despojado de su cáscara lenta y placenteramente.

Sin embargo, el amo —el referente sine qua non del esclavo en el orden simbólico— tampoco escapa a su destino. Primero, “porque no querrá nunca dejar de ser amo y, segundo, porque sólo goza”. Lucifer disfruta del chiste cruel que Johnny se juega a sí mismo al querer engañarlo; toda la violencia desplegada en la película es la sal sazonadora del goce dialéctico que no puede existir nunca si falta alguna de las partes.

 

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[Texto publicado por María Elena Rivera en El Financiero Cultural el viernes 14 de marzo de 2003.]

lunes, 9 de mayo de 2011

Congreso Internacional de Adicciones 2008 "Nuevos Paradigmas, Nuevas Soluciones"

MESA “Tratamiento de las adicciones”
Elena Cuevas Blancas [1]



Con el propósito de presentar distintos enfoques terapéuticos, se llevó a cabo la mesa “Tratamiento de las adicciones”, moderada por el doctor Luis Solís Rojas, director de Tratamiento y Rehabilitación de Centros de Integración Juvenil.

El doctor Mario Alberto Domínguez Alquicira, Responsable de Proyectos de Desarrollo Estudiantil de la Universidad La Salle, presentó el tema “Nuevas perspectivas de una vieja disciplina: el psicoanálisis”, con la finalidad de desmitificar muchos de los pensamientos que giran en torno a éste, especialmente en el trabajo psicoanalítico con adictos.

Afirmó que en la actualidad el psicoanálisis no queda reducido a la figura de su creador, Sigmund Freud, razón por la cual no es posible pasar por alto la enorme influencia de su pensamiento y de todos sus sucesores. Precisó que el estudio científico de las adicciones y el psicoanálisis no se invalidan ni se descalifican entre sí y resaltó la importancia de reconocer que es una disciplina que ha ido cambiando a lo largo del tiempo, renovándose continuamente mediante el advenimiento de nuevos enfoques y perspectivas.

Lamentó que con frecuencia se caiga en el error de considerar que las únicas aportaciones que el psicoanálisis ha hecho al estudio de las adicciones fueron las que correspondieron a su etapa inicial. Freud se ocupó relativamente de ellas, refiriéndose sobre todo a su papel en el devenir del desarrollo psicosexual, concibiendo a la compulsión de beber como una fuente de satisfacción sexual para aquellos a quienes el valor erógeno de la zona oral se veía constitucionalmente reforzado. Puede ser considerado uno de los fundadores de la psicofarmacología, porque como científico que era ensayaba la aplicación de fármacos como cocaína y morfina en la terapéutica médica y psicoanalítica. Además, descubrió las propiedades analgésicas de la cocaína, aunque el hallazgo se le atribuyó a uno de sus colegas.

El doctor Domínguez Alquicira hizo un recorrido teórico para revisar cómo los conceptos y las nociones técnicas del psicoanálisis han ido evolucionando.

Entre los discípulos de Freud, destacó a Sandor Rado, quien subrayó la predisposición a la adicción y enunció la hipótesis de que aun en los casos de adicción en los que la droga no se ingiere por vía oral, las expresiones psíquicas del erotismo se ponen siempre de manifiesto. Dijo que el adicto era como un niño insaciable que busca en realidad el pecho para experimentar y revivir el orgasmo alimenticio.

Rado estableció las semejanzas de la manía y la melancolía en relación con los estados de intoxicación y de depresión subsecuente; la intoxicación se vincularía con la omnipotencia y la realización mágica de deseos y exaltación del yo triunfante comparable a la observada durante los estados maníacos que darían luego paso a la depresión y, en consecuencia, a una renovada necesidad de intoxicación, convirtiéndose en un proceso cíclico caracterizado por reencuentros mágicos y extravíos ulteriores, es decir, en un círculo vicioso. A esto le llamó “farmacotimia”. Entendió entonces un impulso psíquico causante de la adicción.

Además, fue el primero en señalar explícitamente —en 1933— que las drogas se empleaban como coraza contra el dolor.

Aun cuando Freud y sus primeros discípulos intentaron describir la personalidad del alcohólico, evocando esencialmente el carácter oral, primario y narcisista de esta conducta, los enfoques psicoanalíticos posteriores hicieron uso del sistema conceptual freudiano para enriquecerlo y complejizarlo cada vez más. Las teorías psicoanalíticas más actuales han podido trascender este modo de ver y abordar las adicciones, concluyó el doctor Domínguez Alquicira.

Nota

[1] Cuevas Blancas, Elena, "Mesa Tratamiento de las adicciones", en CIJ informa.   Publicación  de Centros de Integración Juvenil, A.C., año 14, núm. 45, octubre-diciembre 2008, México, pp. 100-103.

jueves, 5 de mayo de 2011

Texto de la Dra. Teresa Lartigue Becerra sobre El sueño de los sueños: El sueño de la inyección a Irma

El sueño de los sueños: el de la inyección a Irma
Teresa Lartigue Becerra [1]

La interpretación de los sueños. Un siglo después, Asociación Psicoanalítica Mexicana / Plaza y Valdés, México, 2002. 215 pp. ISBN 970-722-051-1

 
España y Alquicira destacan la importancia de tres mujeres: Irma, que al igual que Anna O. y Elizabeth von R. representan tres momentos decisivos en la historia del psicoanálisis. A Irma le correspondió estimular a Freud para resolver el enigma del mundo de los sueños, a través de lo que se ha llamado el sueño paradigmático, o modelo, o ejemplar. Los autores revisaron la bibliografía previa respecto al sueño de Irma; coinciden con Erikson en que el contenido manifiesto tiene que ver con temas sexuales y está vinculado con recuerdos infantiles; con Lacan, en que fue soñado para la posteridad, así como el carácter dramático en que se encuentra la dimensión angustiante de los grandes descubrimientos; se trata de un sueño no inscrito en el tiempo, atemporal, por lo que trasciende el momento histórico; [2] con Anzieu, en que se trata de una interrogación sobre el propio deseo de Freud, y con Berenstein, en que los sueños se pueden analizar también de la misma manera que los mitos (tal y como lo propuso Lévi-Strauss). Destacan el hecho de que Foulkes impugna la teoría freudiana de los sueños como cumplimiento de deseos infantiles, y que Forrester se centra en el tema de la responsabilidad o irresponsabilidad médica frente al tratamiento de Irma. Los autores concluyen que se trata de un sueño biográfico de crisis y encrucijadas, que manifiesta una problemática narcisista en cuanto a las ambiciones y aspiraciones científicas de Freud; asimismo, que se trata de un sueño erótico dentro del campo del deseo, que expresa los vínculos con la sexualidad y el juego de latencia homosexual hacia Fliess; es también un sueño culpígeno y de deseo desculpabilizante de Freud, y, por último, que no ha sido interpretado hasta un nivel inconsciente. Para terminar, se preguntan: ¿cómo se puede llegar al inconsciente a través de la interpretación de un sueño, si el inconsciente es algo inabordable e inaccesible? Su respuesta apunta hacia el tratamiento analítico, principalmente en la relación transferencial.

Notas


[2] Green (2000) enuncia la tesis de que los sueños demuestran la existencia de “un tiempo fragmentado”; es decir, de un tiempo que no tiene nada que ver con la sucesión ordenada de pasado-presente-futuro; asimismo, que la fragmentación del tiempo es resultado del trabajo del inconsciente.



[1] Lartigue Becerra, Teresa, "Algunas contribuciones del psicoanálisis mexicano a la interpretación de los sueños", en Juan Vives Rocabert y Teresa Lartigue Becerra (Comps.), La interpretación de los sueños. Un siglo después, Plaza y Valdés / Asociación Psicoanalítica Mexicana, México, 2002, pp. 196 y 197.

Texto del Dr. Luis Tamayo sobre Tres grandes sueños...

De la pasión por el escándalo
Luis Tamayo 



Hace unos cinco años, en ocasión de una visita de George-Henri Melenotte, quien era en aquél entonces Director de l’école lacanienne de psychanalyse, a la Ciudad de México, le propuse crear una revista de psicoanálisis que llevase por nombre skandalon, como se  nombraba, en la Grecia clásica, a una piedra con la cual uno se tropezaba, que hacía perder el paso, que hacía caer. Me parecía que ese vocablo transmitía correctamente aquello que Lacan pretendía resaltar al transliterar el Unbewubte (Inconsciente) freudiano como une bévue (tropiezo, metida de pata). El psicoanálisis, entonces, por derivar de la experiencia del inconsciente, Unbewubte, une bévue, skandalon poseería un núcleo escandaloso.

En su texto, Pablo España y Mario Alberto Alquicira nos permiten conocer los detalles de ese escándalo propio de los albores del psicoanálisis:

[…] los Tres ensayos [para una teoría sexual, de S. Freud] desencadenaron una tormenta de rechazo e indignación moral, debida no tanto al hecho de asociar la sexualidad a la neurosis (después de todo, el tema de la sexualidad no estaba vedado para la ciencia y el mismo Freud había estado ocupándose de este tema en sus publicaciones anteriores), sino a que se rompieran los límites claramente establecidos entre la patología de las aberraciones sexuales y la normalidad. […] La ola de acusaciones e insultos que rápidamente se levantó, provino de la prensa y de los congresos de neurología y psiquiatría (en algunas ocasiones, hasta la amenaza policiaca estuvo presente). Así pues, el escándalo se daba en dos niveles distintos: uno popular y sensacionalista, el otro más serio pero no por eso menos encarnizado. En Berlín, Hamburgo, Budapest, Zurich, Amsterdam, lo mismo que en Boston y Washington, el psicoanálisis era considerado una “epidemia”, una “peste” que había que erradicar, una psiquiatría de “viejas comadres” totalmente repulsiva; su metodología terapéutica era una “peligrosa manera de fomentar las ideas sexuales de los pacientes”, y hasta se llegó a hablar en los periódicos de “pacientes violadas y vendidas al mejor postor”. En resumen, en los años posteriores a 1905, psicoanálisis y pornografía resultaban equivalentes. [1]

Y esos lectores iniciales no estaban errados. En el psicoanálisis hay algo esencialmente escandaloso, revolucionario, acientífico, si por ciencia se entiende la anquilosada ciencia positiva. El psicoanálisis nunca podrá ser considerado una ciencia por la ciencia positiva en la medida en que su objeto no es “objetivo” sino subjetivo. Esto lo dijo claramente Lacan en su Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanálisis de la escuela: “el sujeto en el análisis no es sino el analizante”.

Es dicho carácter propiamente loco del psicoanálisis el que le permite tratar a la locura, tal y como se muestra en el libro de excelente factura que me toca, en esta ocasión, presentar.

En este texto se realizan lecturas tanto del sueño de la inyección aplicada a Irma de Freud, así como del sueño donde Louis Althusser adelanta, sustituyendo a su hermana por su esposa, el asesinato que realizaría dieciséis años más tarde.

El sueño de la inyección aplicada a Irma, sueño paradigmático del psicoanálisis, es abordado de manera muy prolija y original. Se vincula a la Irma del sueño con Emma Eckstein y con Anna Lichtheim en una lectura bastante rigurosa. Me pareció muy interesante leer una versión diferente y perfectamente convincente de un evento que yo había analizado en un estudio sobre el tiempo que publiqué en un libro coordinado por Mireya Zapata. [2]

Quiero decir sólo unas palabras respecto a la lectura que los autores hacen del sueño de Althusser, aquél que dio fama internacional de la noche a la mañana a Fernanda Navarro al descubrirlo entre los documentos del filósofo.

En ese sueño la asesinada es la hermana, no la esposa. Se me podría argüir que tal fue solamente un desplazamiento que el analista, Diatkine, tendría que haber previsto pero… ¿no es pedirle demasiado al analista? Un analista que, según nos dejan ver los autores, era bastante denigrado por su analizante. El analista de elección de Althusser era Lacan, pero éste nunca se lo solicitó. Rose-Marie Mariaca Fellmann, nos recuerdan los autores, señala que Althusser renegó de dicha elección… pero sus razones tendría… ¿qué habrá hecho Lacan para que Althusser nunca hubiese dado el paso en su dirección? ¿No sería, simplemente, una manera de mantener un lugar incólume y así poder denigrar sin parar a su analista?

Lewis Carroll es también tematizado. Su Alicia en el país de las maravillas y su Alicia a través del espejo, por su estructura propia reciben, de manera elegante y clara, el tratamiento de un sueño, lo cual permite una lectura no sólo muy agradable sino también muy original.

Pero no se trata de contarles el contenido del libro, sino simplemente de hablarles un poco del mismo con la esperanza de despertarles el interés por aquello que este libro nos permite no olvidar: el carácter escandaloso y revolucionario del psicoanálisis.

Notas

[1] España, Pablo y Mario Alquicira, Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción. Una visión psicoanalítica, Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, 2001, p. 25.

[2] Tamayo, Luis, “El psicoanálisis, esa máquina del tiempo”, en Mireya Zapata T. (Comp.), Texturas psicoanalíticas, La tinta en el diván, México, 1999, pp. 99-103.



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[Texto leído por el autor en la presentación de Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción. Una visión psicoanalítica (Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, 2001), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, diciembre 10 de 2001.]

miércoles, 4 de mayo de 2011

Psicoanálisis y cine

La importancia fundamental de los cineclubes
Nelson Carro

En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial el cine se define como un espectáculo de entretenimiento y, como dice Richard Abel, “como una forma particular de bien cultural dentro de un sistema de intercambio económico”. Sin embargo, aunque esta concepción del cine terminará imponiéndose en el mundo, no todos lo veían de la misma manera. Muchos descubrieron en el cine el potencial necesario para convertirse en arte, e incluso en un arte socialmente comprometido. Y para este cine, ya desde ese momento, resulta fundamental la existencia del cineclub, nacido al mismo tiempo que la discusión pública del arte cinematográfico y las revistas críticas. Sin abundar demasiado en quiénes estuvieron involucrados en estas primeras experiencias cineclubísticas, se puede citar a Louis Delluc, Ricciotto Canudo, Jean Epstein, Robert Desnos, René Clair, Jean Mitry, Germaine Dulac y un largo etcétera de intelectuales que casi desde sus inicios presintieron las enormes posibilidades del cine.

De la Francia de los años veinte, el cineclub se propagó por el mundo. Y a su lado fueron apareciendo las publicaciones de cine, los críticos y los cinéfilos, es decir, los espectadores que veían en el cine mucho más que un pasatiempo o un espectáculo más o menos entretenido. Y, al mismo tiempo, el cineclub funcionó como un eficaz semillero, del que no sólo salieron espectadores y teóricos, sino incluso cineastas. Alcanza, como ejemplo, con mencionar a la nueva ola francesa: Jean-Luc Godard, François Truffaut, Claude Chabrol, Eric Rohmer, etcétera, cuya existencia, primero como críticos y luego como directores, sería impensable sin el antecedente de los cineclubes y la cultura cinematográfica francesa.

Pero incluso en México, quizás un poco tardíamente, los cineclubes cumplen una labor fundamental a partir de los años cincuenta. Del cineclub Progreso, del cineclub del IFAL, de los cineclubes universitarios, derivarán tanto el grupo Nuevo Cine y su revista, como la propia Filmoteca de la UNAM y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y por ellos pasaron también varios de los futuros cineastas que a fines de los años sesenta se conocerían como el nuevo cine mexicano.

Para todos los que consideramos que el cine es más que un producto de consumo, que puede coexistir al lado de la literatura, la música o la pintura, el cineclub fue un espacio fundamental para ver películas que de otras formas nunca hubiéramos visto, para discutir y reflexionar sobre esas mismas películas y para desarrollar una concepción del mundo que en los años sesenta estuvo marcada por el compromiso político y las acciones radicales, que el cine intuyó antes que la propia realidad.

Los años de la crisis

Sin embargo, lo dicho hasta ahora forma parte del pasado. De un pasado muy rico, muy intenso, pero pasado y como tal acabado. Actualmente, la cultura cinematográfica está totalmente desvirtuada y el cineclub tradicional, prácticamente ha desaparecido. Las razones de esta crisis pueden ser varias y de diferentes tipos, Por un lado, sin duda, tuvo que ver el desencanto en que se sumió buena parte de la juventud luego del fracaso de la utopía del 68. Por otro, el avasallador dominio de Hollywood, que no sólo impuso un único modelo cinematográfico, sino que intentó acabar con cualquier otro que quisiera moverse con independencia. Tal vez también, por la desaparición de las pequeñas librerías y las tiendas de música, para dar lugar a verdaderos supermercados de libros, discos, cine o video, donde la calidad sucumbe ante la cantidad. Y en tiempos más recientes, la aparición del video y ahora el DVD, también ha sido un rudo golpe para los cineclubes. Porque el consumo casero tiene muy poco que ver con la cultura cinematográfica. En los años sesenta, por ejemplo, un cinéfilo podía ir al cine dos o tres veces a la semana. En los años de mayor auge del video, una familia podía ver siete u ocho películas solamente en el fin de semana. Sin embargo, a diferencia del primero, este consumo resulta totalmente indiscriminado. Es la misma diferencia entre comer un pastelito con un buen café, con buena compañía y en un lugar agradable, y atascarse de pingüinos y chocorroles. Además, la comparación sirve en otro sentido: la ida al cineclub permitía además la discusión posterior, aunque no fuera más que como charla de café, lo que es indudablemente el principio de la crítica cinematográfica. El ver cine en la casa no sólo impide la reflexión sino que ha hecho que buena parte de los espectadores se comporten como verdaderos patanes, hablen, coman, contesten el teléfono, se paren tres o cuatro veces, y al final, por su puesto, no entiendan nada.

Pero los espectadores no son los únicos culpables. También quienes tienen la posibilidad de incidir en la cultura cinematográfica. Cuando los cineclubes programaban en 16 ó 35 milímetros había una preocupación por conformar ciclos lo más completos posibles, por elaborar programas, por hacer debates; en definitiva, por educar al espectador. Ahora, síntoma de los nuevos tiempos, se suele pensar que el éxito del trabajo cultural está en función directa de la cantidad de público que se mueva. Entonces, se recurre al sistema más fácil: proyección de títulos exitosos que acaban de pasar por la cartelera, o revisión muy poco rigurosa de cineastas supuestamente de culto. Y mientras tanto, se desaprovecha la posibilidad del video y el DVD. Hoy como nunca, podría exhibirse en condiciones excepcionales la obra completa de Orson Welles, incluyendo buena parte de sus cortometrajes y sus trabajos inconclusos; hoy es posible una retrospectiva completa de Theo Angelopulos, Wong Kar Wai o Sergei Eisenstein. También es posible, por supuesto, revisar la obra completa de Pedro Infante, o la de José Revueltas. ¿Conocen algún cineclub que o haga? Yo no.

El Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine”

Todo lo anterior sirve como un necesario antecedente para referirme al Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine”, cineclub que se ha convertido en una verdadera institución. Tuve mi primer contacto con el cineclub cuando apenas cumplía su primer año de existencia y promediaba su cuarto ciclo. El doctor Pablo España, verdadero creador, impulsor y sostén del cineclub, al margen del patrocinio del Círculo Psicoanalítico Mexicano, me invitó a presentar una de mis películas favoritas, La pasión de Ana de Ingmar Bergman. Desde entonces, he presentado algunas otras películas y he estado al tanto del desarrollo de la actividad del cineclub. Por lo tanto, luego de una década de trabajo ininterrumpido, me parece que sus características están claramente definidas y lo separan de manera notable de cualquier otro cineclub de la ciudad de México.

En primer lugar, hay que destacar la constancia en el trabajo. A lo largo de diez años, semana a semana, el mismo día y a la misma hora, ha sido exhibida una enorme cantidad de películas, alrededor de 400, si mis cuentas no me fallan. Digo lo anterior conociendo que el cineclub se vio obligado a cambiar de sede en repetidas ocasiones, del Ateneo Español a la librería Tomo 17, después a El Sótano, al Centro de Cultura Casa Lamm, a la sede del Círculo Psicoanalítico Mexicano y recientemente a la Casa de Cultura Reyes Heroles, y que esos cambios obligaron a modificar en ocasiones día y horario. Sin embargo, estos accidentes no han impedido la constancia.

En segundo lugar, la estructuración de las funciones en ciclos: “El psicoanálisis y el cine”, “Erotismo y amor”, “La psicosis”, “La relación de pareja”, “La perversión”, “Las relaciones de familia”, “La mujer”, “La violencia”, “La infidelidad”, “Lo siniestro”, “El fanatismo”, etcétera. Son ciclos, estructurados en función de su interés psicoanalítico, obviamente, pero sin descuidar por lo general su interés y su valor cinematográfico.

En tercer lugar, estos ciclos han incluido a muchos de los cineastas más importantes de la historia del cine. Una lista no exhaustiva y ordenada alfabéticamente es la siguiente: Pedro Almodóvar, Robert Altman, Woody Allen, Theo Angelopulos, Michelangelo Antonioni, Ingmar Bergman, Bernardo Bertolucci, Luis Buñuel, David Cronenberg, Claude Chabrol, Atom Egoyan, Rainer Werner Fassbinder, Federico Fellini, Jean-Luc Godard, Peter Greenaway, Werner Herzog, Alfred Hitchcock, Miklós Jancsó, Jerzy Kawalerowicz, Krzystof Kieslowski, Stanley Kubrick, Fritz Lang, David Lynch, Louis Malle, Vincente Minnelli, Pier Paolo Pasolini, Roman Polanski, Alain Resnais, Arturo Ripstein, Carlos Saura, Martín Scorsese, Andrei Tarkovski, Françoise Truffaut, Luchino Visconti, Joseph von Sternberg, Orson Welles, Wim Wenders y muchos otros.

En cuarto lugar, y creo que casi sin excepciones, cada película ha sido presentada, comentada y debatida por un especialista, sea psicoanalista, crítico de cine o intelectual en general. No voy a citar los nombres porque sería otra lista muy extensa.

Finalmente, el resultado de todo lo anterior es la reunión semana a semana de un público generalmente constante, donde se encuentran muchas caras ya conocidas, varias de las cuales participan regular y acertadamente en los debates y las discusiones. Podría argumentarse que no son muchos. Es cierto. Pero son los suficientes para justificar el trabajo desarrollado por el cineclub. Así es como han funcionado generalmente los cineclubes, salvo muy contadas excepciones. La idea original de club, de alguna manera ya incluye esa idea de un grupo reducido, de una elite.

Psicoanálisis y cine. Antología del cine comentado y debatido

Queda por referirse a la razón que nos reúne la noche de hoy. La presentación del libro Psicoanálisis y cine, compilado por Pablo España y Mario Alquicira. Por lo dicho anteriormente, queda claro que decir que se trata de una memoria de los diez años del cineclub es un reconocimiento de su valor. Desde este punto de vista, me hubiera gustado que incluyera una mayor cantidad de textos. Algo imposible por una razón material evidente: estos dos tomos, por cierto muy bien editados, alcanzan las 600 páginas. Pero además, porque muchos de los presentadores, entre los que me cuento, suelen, solemos, improvisar las participaciones. De todas formas, los cincuenta y pico textos reunidos dan una buena muestra del desarrollo del Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine” a lo largo de sus diez años de existencia. Pero además, esta Antología del cine comentado y debatido, como se subtitula la obra, funciona como un acercamiento crítico y analítico a una serie de películas en general importantes, no siempre desde una perspectiva psicoanalítica. Del conjunto quisiera destacar solamente los trabajos de José Perrés, en primer lugar por la calidad de sus análisis de El ángel azul de Joseph von Sternberg, Edipo Rey, el hijo de la fortuna de Pier Paolo Pasolini, Medea, también de Pasolini y Recordando con ira de Tony Richardson. Pero también como reconocimiento a un compatriota y apasionado cinéfilo y melómano, de esos que mencionaba al comienzo de esta presentación, una especie casi extinguida, que el Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine”, el doctor Pablo España y todos los que colaboran desinteresadamente con su labor, han logrado mantener con vida y esperan reproducir en ese extraño y fascinante laboratorio en el que trabajan desde hace más de una década. Gracias.

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[Texto leído por el autor en la presentación de Psicoanálisis y cine. Antología del cine comentado y debatido (Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, 2002), Cineteca Nacional, mayo 8 de 2003.]

martes, 3 de mayo de 2011

Lectora voraz, Eve Gil reseña el estupendo trabajo de Pablo España y Mario Alquicira, Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción, dedicado a la manera como el sueño influyó en la obra de Freud, Althusser y Lewis Carroll.



“Los buenos son los que se conforman con soñar aquello que los otros, los malos, hacen realmente”, fue la conclusión a la que llegó Sigmund Freud, entusiasta intérprete de sueños —materia que, gracias a oportunistas que nunca faltan, ha sido signada por la charlatanería— que es, a su vez, punto de partida de estos tres magistrales ensayos largos, reunidos bajo el título Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción y cuyos autores, Pablo España y Mario Alquicira, más allá de medir a Freud —y también a Louis Althusser y a Lewis Carroll— con su misma vara, pretenden sustentar una interesante tesis que convierte este texto de índole psicoanalítica —cuyo tema aparente es, otra vez, la interpretación de los sueños— en un disfrutable ensayo literario: el sueño es, ante todo, y como pensaba Borges, un acto de creación.

En el prefacio, apuntan los autores: “El despliegue de la creatividad implica, por tanto, un trabajo psíquico: trabajo del sueño, trabajo del duelo, trabajo de la creación. Sueño, duelo y creación constituyen fases de crisis para el aparato psíquico; crisis que pueden superarse a través de la expresión creativa”.

Ricardo Piglia, uno de entre los abundantes autores que España y Alquicira citan en sus ensayos, subraya: “Somos lo que somos, pero también somos otros, más crueles y más atentos a los signos del destino. El psicoanálisis nos convoca a todos como sujetos trágicos; nos dice que hay un lugar en el que somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios, luchamos contra tensiones y dramas profundísimos, y esto es muy atractivo”.

Ciertamente, los escritores nunca han simpatizado con el psicoanálisis, pero es un hecho que los autores han visto en la literatura algo más que terreno fértil para detectar patologías. Su teoría es que, mediante el sueño, nos volvemos escritores de la historia que en otra circunstancia no sabríamos cómo narrar —el lenguaje de los sueños es ilimitado—, y esto es lo fascinante de este trabajo donde literatura y psicoanálisis se juntan, ya no como agua y aceite, sino como actores complementarios.

Quizá uno de los que consiguió el divorcio de estas dos ramas fue el mismísimo Freud, quien, al ir en aras de la cientificidad despojó al sueño de todo su potencial poético y creativo; razón por la cual los surrealistas terminaron por distanciarse de una de sus principales herramientas de trabajo: el psicoanálisis.

En estos textos donde el psicoanalista (Freud) resulta ser un seductor libidinoso; el asesino (Althusser), un poeta, y el escritor (Carroll) termina diciendo Alice c’est moi, se ha recorrido a la literatura y al cine como principales apoyos bibliográficos. El sueño fue la base creativa para las acciones que inmortalizaron a estos tres genios: pasando por encima de las restricciones éticas en el ejercicio del psicoanálisis —quizá porque siendo judío se encontraba exento de numerosos prejuicios—, Freud se convirtió en su propio conejillo de Indias, empleando un sueño personal, el intitulado “sueño de la inyección de Irma”, para descender —y permitir descender a otros— a las cloacas de sí mismo.

Louis Althusser (a quien España y Alquicira comparan muy atinadamente con Yukio Mishima y con el marqués de Sade, profusamente estudiados en este volumen, por ostentar ideales gloriosos que los llevaron a ser espectadores de sus propios sueños), teórico del neomarxismo, pasó a la posteridad tanto por esta curiosa postura político-filosófica como por cometer uxoricidio; y ambas le fueron dictadas en sueños.

Finalmente, Lewis Carroll —coleccionista de niñas como Nabokov de mariposas—, nos dicen los autores, “a diferencia de Freud, Carroll cree —o quiere creer— en el espíritu puro, limpio y angelical de la infancia. Su obra representa, de hecho, un monumento a la infancia “pura”.

¿Cumplió Freud las funciones del Anticristo al descubrir el verdadero papel que juegan los sueños en el diseño de la personalidad humana?, ¿fue Althusser una especie de santo que se flageló eliminándose a sí mismo a través de su esposa Hélène?, ¿sublimó Carroll su gran atracción sexual hacia las niñas pequeñas a través de cuentos de hadas poblados de oscuras simbologías?, lo cierto es que los tres respondieron a la máxima de Albert Camus de que “la existencia entera no es sino una imitación desmesurada bajo la máscara de lo absurdo y la creación es la gran imitación”.

Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción es uno de los libros más fascinantes que he leído en mucho tiempo. Mi única queja consistiría en el hecho de que solamente se tiraron 500 ejemplares.

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Ciudad de México, 2 de octubre de 2001.
Fuente: todito.com/Eve Gil