jueves, 25 de octubre de 2012

Firma de convenio

 

 

Firma de convenio con la Universidad La Salle

 
Alejandro Larrañaga Ramírez [1]
Departamento de Difusión y Ediciones



El pasado 9 de mayo, la Universidad La Salle (ULSA) y Centros de Integración Juvenil (CIJ) signaron un acuerdo de colaboración con el propósito de establecer los lineamientos, bases y mecanismos que permitan desarrollar programas académicos y operativos en materia de prevención, tratamiento y rehabilitación de la farmacodependencia, en beneficio de los alumnos y de los trabajadores. Además de que los estudiantes podrán realizar en la institución su servicio social y sus prácticas profesionales.
 
Encabezaron el acto, en la sala de juntas de la Rectoría, los titulares de ambos organismos, maestro Enrique González Álvarez, Rector de la ULSA, y licenciada Carmen Fernández Cáceres, Directora General de CIJ, quien agradeció el reconocimiento de la institución para que la universidad refuerce su programa de educación en la salud en preparatoria y en las facultades.
 
Para lograr lo anterior, puso a disposición de la ULSA la colección de libros institucionales en apoyo a la labor preventiva. Aunado a ello, recomendó a los alumnos y al cuerpo docente que visiten las redes sociales con que cuenta CIJ en Facebook, Youtube, Twitter y el Blog y, de esta manera, reforzar la vinculación entre las dos entidades.
 
Estuvieron presentes en la signa del documento, por parte de la ULSA: doctor José Antonio Vargas Aguilar, Vicerrector de Bienestar y Formación; maestro Mario Alberto Domínguez Alquicira, Responsable de Proyectos de Desarrollo Estudiantil y licenciada Haidé Negretti, Coordinadora de Impulso y Vida Estudiantil; y por CIJ: licenciado Juan Ramiro Vázquez Torres, Coordinador Regional del Distrito Federal; maestro Pablo Puig Flores, director de CIJ Cuauhtémoc Poniente, y licenciada Maritza Jiménez, asistente de la misma coordinación.
 
Nota
 
[1] Larrañaga Ramírez, Alejandro, "Firma de convenio con la Universidad La Salle", en CIJ informa. Publicación de Centros de Integración Juvenil, A.C., Año 17, núm. 59, abril-junio 2012, p. 23.
 
 
 
 
 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Congreso Internacional de Adicciones 2012

Centros de Integración Juvenil, A.C. (CIJ), institución dedicada desde hace más de 40 años a la prevención, tratamiento, reinserción social, investigación y formación de recursos humanos en adicciones, realizará el Congreso Internacional 2012 "Atención de las adicciones en el marco de los derechos humanos", un evento que conjuntará a los mejores expertos en adicciones a nivel mundial, que se llevará a cabo del 5 al 7 de diciembre en Cancún, México.
 
Se contará con la participación de expertos de organizaciones internacionales como la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Federación Mundial contra las Drogas (WFAD), Comité sobre Estupefacientes de las ONGs de Viena (VNGOC), la Red Interamericana para la Prevención del Abuso de Drogas (RIPRED) y la Red Iberoamericana de ONGs que trabajan en la Drogodependencia (RIOD), entre otras.
 
Este año se espera la afluencia de 4,000 personas interesadas en los temas relacionados con las adicciones y los asistentes tendrán la oportunidad de escuchar a los mejores especialistas en este ámbito, incluyendo a renombrados ponentes en talleres pre-congreso.
 
El objetivo es construir un espacio de reflexión e intercambio de experiencias para ofrecer las últimas actualizaciones e innovaciones en reducción de la demanda de drogas y generar estrategias multilaterales en la atención integral de las adicciones para ponerlas al alcance de expertos y agentes sociales.
 
Ponencia "El adicto tiene la palabra. El fundamento metapsicológico de las adicciones"
presentada por Mario Domínguez Alquicira
en la mesa redonda "Otras adicciones"
el jueves 6 de diciembre a las 13:00 horas.
 
 


martes, 16 de octubre de 2012

Texto sobre "El adicto tiene la palabra"


 

Presentación del libro

El adicto tiene la palabra.

El fundamento metapsicológico de las adicciones

de Mario Domínguez Alquicira

 

Bertha A. Jonguitud Moreno [1]

 



“La palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras.
Y aún el silencio dice algo, pues está preñado de signos. No podemos escapar del lenguaje.
El poema es creación original y única, pero también es lectura y recitación: participación.
El poeta lo crea; el pueblo, al recitarlo, lo recrea.
Poeta y lector son dos momentos de una misma realidad.
Alternándose de una manera que no es inexacto llamar cíclica,
su rotación engendra la chispa: la poesía.”

O. Paz


Buenas tardes, en primer lugar quisiera agradecer a Carta Psicoanalítica, en especial al Mtro. Rodolfo Álvarez del Castillo por haberme invitado a participar y por hacer posible este evento; asimismo, al Doctor Mario Alquicira por haber aceptado amablemente la invitación a presentar su libro en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Esta presentación es distinta a muchas otras, puesto que mi primer encuentro con el autor fue a través de la lectura de este libro, es decir, con la palabra escrita y no podré hablarles de los muchos años de amistad y trabajo juntos, al menos por ahora, sin embargo no por ello considero este encuentro menos enriquecedor. Siempre es un motivo de celebración la publicación de un libro. Además de honrada me siento agradecida con el autor por la generosidad con la que es capaz de darnos a conocer el fruto de largas horas de trabajo para deleite de todos nosotros como lectores, por ello me es muy grato presentarles el libro El adicto tiene la palabra. El fundamento metapsicológico de las adicciones de Mario Domínguez Alquicira.

Si partimos de que la escritura se constituye como momento creativo, vivencia de inscripción única e intransferible, como modo en que en el psiquismo se relacionan ambas dimensiones, saber y goce o, en términos freudianos, representación y pulsión, la que permite dar cuerpo a ese saber y limitar ese goce traumático por definición, para poder hacer viable la existencia del ser humano, entonces ¿cuál es la escritura de El adicto tiene la palabra?

Este es un libro que llevará al lector a situarse frente a un terreno arcilloso y fértil que ha sido motivo de controversias dentro del psicoanálisis y lo hará caminar sobre el borde, allí donde pareciera que no hay sujeto, sino droga; nos referimos al terreno de las adicciones.

El lector que apenas ojee sus páginas advertirá de inmediato la importante tarea de investigación que el autor realizó, trabajo digno de reconocerle.  En lo personal, a lo largo del libro, encontré un estilo de trasmisión explicativo por parte del autor, que permite que aquellos que se acerquen a su lectura y desconozcan por completo el tema, se puedan encontrar con algunas puertas de entrada al mismo.

Me resultó interesante la indagación que realiza Mario Alquicira en el capítulo II que lleva por título “Breve Historia de los conceptos psicoanalíticos sobre adicciones”. El autor va delineándonos un camino sobre las primeras teorías psicodinámicas que surgieron en relación a las adicciones y que florecieron incluso antes de que se inaugurara formalmente el psicoanálisis desde la obra de Freud y aquellos que formaron parte de las primeras generaciones de analistas que actualmente son llamados “clásicos“, hasta las teorías más actuales que se plantean el problema de la toxicomanía desde la perspectiva de las patologías de la ética, propias del mundo contemporáneo.



El autor nos pone de manifiesto las principales vertientes y deslizamientos por los que ha atravesado el psicoanálisis en relación a las toxicomanías, haciendo una investigación minuciosa. En este recorrido histórico lustroso, Mario Alquicira no deja de mostrarnos su propia postura frente al trabajo clínico de las adicciones, sus filiaciones y rupturas, y comparte con Souza y Machorro “no caer en la tentación de decir que existe una explicación única del fenómeno de las adicciones” (pág. 93).

El libro parte de la premisa de que el psicoanálisis no es un cuerpo teórico ya acabado, más que de un psicoanálisis, tendríamos que hablar de “los psicoanálisis”, a su vez se pone de manifiesto que ante el problema de las adicciones algunas teorías psicoanalíticas han hecho de conceptos como: síntoma, fijación oral, Edipo no resuelto, entre otros, un catálogo para dar una explicación sobre lo que le ocurre al sujeto. Entonces ¿de qué psicoanálisis nos habla el autor en el trabajo con las adicciones? ¿Cuál es el contexto histórico e ideológico en que se escribe El adicto tiene la palabra?

Para ello, escuchemos a Alejandro Salamonovitz (1999):

“Nuestras civilizaciones contemporáneas se han convertido en culturas del silencio, el tamaño del problema y el aumento porcentual a través del tiempo hace inevitable cuestionarnos en torno a la contribución que hace nuestra bárbara civilización a la producción de este mal, este flagelo es el sufrimiento de la cultura contemporánea.
Nuestras sociedades paranoizantes fundadas en esas instituciones cuyo núcleo es el panóptico descrito por Michel Foucault han convertido al planeta en un gran hospital psiquiátrico, donde hay terapias psiquiátricas masivas, etiquetas, clasificaciones que buscan suprimir los síntomas y la palabra para arrojarnos a los hielos del silencio. El saldo del proyecto salta a la vista: son millones los deprimidos y adictos, muchos de los cuales imploran una terapia farmacológica, otros no les queda más que acariciar la muerte. Y es que cierto psicoanálisis al pisar las instituciones, o incluso fuera de ellas, ha caído en ser normativo, buscando tener tipologías, estereotipos y sintomatologías para explicar el problema de las adicciones”.

Bajo ese panorama, éste es un libro que viene a cuestionar ciertos enfoques psicoanalíticos que abordan el problema de las adicciones; por lo tanto, es un libro abierto al debate y a la controversia. Cabe resaltar la importante influencia que sobre Mario Alquicira han ejercido grandes maestros del psicoanálisis, quedando configurado para este libro un marco teórico de fuente sólida freudiana con aportes importantísimos de Jacques Lacan y Sylvie Le Poulichet, psicoanalista francesa, siendo esta autora un punto de anclaje sustancial para el autor. Para Le Poulichet, en la práctica clínica con este tipo de pacientes, se puede realizar un trabajo en los bordes de la cura. Algo que cabe resaltar es que para el autor del libro las explicaciones psicodinámicas que existen sobre las adicciones no constituyen del todo una explicación metapsicológica, al no haberse adentrado además al terreno económico, es decir, a lo energético del psiquismo. A propósito de esto, en el capitulo V titulado “De un ‘Proyecto de psicología para neurólogos’ a un ‘Proyecto de neurología para psicólogos’”, el autor realiza un análisis descriptivo interesante del “Proyecto” de Freud de 1895.

El autor parte de la premisa de la necesidad de superar la oposición psicoanálisis-adictologia, ya que la dicotomía radical de ambos enfoques en cuanto pretenden una absolutización excluyente, en lugar de reconocer sus respectivas limitaciones y mutua complementariedad tiende a conducir por ambas partes a una estéril disquisición encerrada en sí misma, es por ello que Mario Alquicira toma el modelo energético del “Proyecto” de Freud para dar una explicación del psiquismo en el sujeto adicto.

Recordemos que este opúsculo lo escribe Freud para su amigo Fliess, es un trabajo que ha provocado largas controversias en el psicoanálisis. En él Freud desea construir una psicología que pueda ser una ciencia natural, esto es, representar el proceso psíquico como estados cuantitativamente determinables de partículas y materiales especificables. Para el autor, Freud se configura como un “teórico neurónico” a través de los grandes descubrimientos realizados en el campo de la neurofisiología, amparados éstos por sus publicaciones clínicas e histológicas sobre el sistema nervioso. En estos trabajos de Freud, como el “Proyecto de psicología” y los Escritos sobre la cocaína, podíamos vislumbrar los primeros intentos por descubrir un alivio para el sufrimiento humano. El “Proyecto de psicología para neurólogos” vendría a ser entonces un anticipo del esquema del peine, en donde Freud explicaría cómo la motilidad conduce a la búsqueda del objeto, no encontrándose ese objeto porque está perdido de origen, convirtiéndose esto, en una vivencia irrepetible, experiencia que provoca una herida, estamos hablando de “la primera vivencia de satisfacción” misma que es la esencia de las más profundas consecuencias para el desarrollo de las funciones en el sujeto.

Conceptos como neuronas “impasaderas”, potencial de reposo, neuronas omega, potencial de acción, barreras antiestímulo, entre otros, son términos que Mario Alquicira tomará para darnos una explicación psíquica del problema de las adicciones. Para el autor, el “Proyecto” de Freud representa un intento por fundar una nueva psicología científica sobre la base de una neurofisiología; de ahí que tenga que transcribir a un lenguaje anatómico los primeros descubrimientos hechos en el terreno de lo psíquico.

Uno de los postulados centrales que nos refiere este libro es que, en las adicciones, tendría lugar una falla en la función integradora y protectora del yo, por ello un propósito importante de la droga sería el de proveer una coraza contra las cantidades excesivas de energía que irrumpen el sistema, ocasionando una ruptura de las barreras. Para el autor, en la adicción, existiría un aparato psíquico afectado en su función protectora contra los estímulos, fracasado en su ocupación de conservar un cuerpo. Asimismo, en el aparato psíquico del adicto existiría una falla en la ligadura entre la pulsión y el significante a su vez ocasionando que haya una carencia de la simbolización para producir un síntoma neurótico.
 
Esto dará la entrada a una de las tesis principales: “la adicción no es un síntoma''. Debo mencionar la sorpresa que causó encontrarme con este planteamiento, ya que como el libro nos enseña, en la historia del psicoanálisis y las adicciones la mayoría de los autores han planteado que la adicción a las drogas es un síntoma, incluso algunos autores como el psicoanalista Armando Barriguete la señalan como una enfermedad. Escuchémoslo:
“[…] al hablar de la enfermedad alcohólica y en general de cualquier adicción, es indispensable iniciar una lucha feroz contra la parte adictiva de la personalidad que tiende a regresar al enfermo a ese mundo de fantasía y omnipotencia que lo lleva a la muerte lenta, pero segura” (pág.25).

En relación a esto el lector encontrará un debate muy interesante que sostiene Mario Alquicira con este psicoanalista mexicano, en donde se ponen en controversia las tesis centrales de cada uno sobre este tema, habiendo señalamientos muy directos por parte del autor a la obra de Barriguete.

En lo personal me pregunto, si agrupaciones como Alcohólicos Anónimos tienen un impacto en la sociedad y reúnen una cantidad importante de miembros, debido a su filosofía de los "doce pasos" y de "sólo por hoy", ¿qué sucede en el psiquismo del sujeto cuando el pensar su alcoholismo como un síntoma y verse como enfermo, como alcohólico de por vida, ya sea que tenga un mes o diez años sin beber es lo que pareciera que lo impulsa a no beber? ¿Qué significantes hacen ligazones para que entonces puedan estar sin consumir alcohol? Y en estos casos, ¿son sujetos que pueden tener cierta "demanda"? ¿Esa demanda les pertenece o estarán más bien a merced de la demanda del Otro?

Salamonovitz concibe a la adicción como un mal anterior al síntoma, para él, decir que la adicción no es un síntoma es decir que no es una realización de deseo. Recordemos que este autor sitúa a las adicciones dentro de los padecimientos del silencio, así como también la depresión, los fenómenos psicosomáticos y las narcisopatías. En relación a ello valdría la pena preguntarnos ¿qué ocurre con la tan "de moda” adicción al juego? O, en otros términos, "la ludopatía" que ha sido clasificada por los psiquiatras dentro de las adicciones ''naturales''.

Para este libro, Mario Alquicira toma las aportaciones que Alejandro Salamonovitz y Néstor Braunstein han trabajado anteriormente en relación al tema, en donde éste último divide el significante en las raíces “a” y “dicción” obteniendo la significación “sin palabra”; de ahí que este fenómeno pueda ser pensado como ausencia de palabra. A-dicción significa taponear la palabra con un fármaco, definiendo el síntoma como portador de una palabra que intenta ser dicha, entonces, de acuerdo con esta lectura, las enfermedades del silencio no son vehículo de palabra, sino silencio de la carne sufriente, herida abierta.

El autor de nuestro libro planteará que la instancia psíquica del yo es como un odre yoico, un contenedor por el que se desborda el líquido, una jarra rota que insiste en llenarse, una fractura, una falla geológica que se forma cuando las fuerzas superan las resistencias, entonces el adicto, al no contar con un dispositivo capaz de detectar o amortiguar los estímulos en su aparato psíquico, recurre a la droga, misma que cumpliría una función anestésica, creando una “cancelación tóxica” del dolor, como lo menciona Le Poulichet. Siendo paradójico que la sustancia a su vez sea una “solución al desbordamiento del yo” y a su vez lo condene a la destrucción. Esta autora se referirá a la droga con el término pharmakon, ese otro nombre del tóxico en “La Farmacia de Platón” de Derrida, que significa al mismo tiempo remedio y veneno.

Entonces, esta falla geológica de la que habla nuestro autor, ¿podría ser producto de una vivencia traumática sólo en la primera infancia o un sujeto sin una falla en esta inscripción temprana podría volverse adicto? Es decir, ¿qué no hay momentos de la vida en que por más amarres en el psiquismo del sujeto, las situaciones de lo real se imponen?

Al ser planteadas las adicciones en este libro como anteriores al síntoma, y como parte de un trastorno en las funciones yoicas, el autor señala este tipo de casos como “consulta sin demanda” y es que si bien es cierto que la mayoría de las veces los adictos no acuden voluntariamente, en muchas ocasiones quien tiene la demanda es un familiar, por ello a su vez el planteamiento de nuestro libro va apuntado también en relación a crear la demanda en el paciente, crear un síntoma con el cual el sujeto se sienta implicado.

Y es que, ¿cómo trabajar con un sujeto que no puede hacerse responsable de lo que le ocurre o con un sujeto que ya tiene daños neurológicos por el tiempo y la sustancia que ha consumido? Además, que entre otras cosas este tipo de pacientes la mayoría de las veces acuden a consulta después de haber estado internados en uno o varios centros de rehabilitación, en donde se les ha "desintoxicado" y en muchas ocasiones la experiencia vivida en esos lugares resulta ser muy perturbadora.

Entonces ¿qué ocurre en el funcionamiento psíquico del adicto que incluso estando años “limpio”, cualquier pretexto sirve para volver a hacerlo?  Si bien éste no es un libro de técnica psicoanalítica, como lo menciona el autor, a mi parecer, es un libro que nos abre un camino teórico en el difícil terreno de las adicciones, con la finalidad de que como lectores interesados en el tema, no caigamos en hacer del psicoanálisis una "verdad absoluta", "inamovible" como algunos psicoanalistas en la historia lo han hecho.

Antes de finalizar, me gustaría citar unas palabras de Silvia Bleichmar: "Cada uno de nosotros en su compromiso y su implicación debe darse cuenta que no es con una actitud contemplativa como deberíamos enfrentar nuestro quehacer, que la neutralidad , es neutralidad para no inmiscuirse en los destinos del sujeto, para no juzgar, para no imponer, pero no es neutralidad para permanecer pasivos ante las acechanzas de la muerte y la destrucción".

Por último, no me resta sino invitar a los colegas a transitar por sus páginas y hacer de El adicto tiene la palabra un buen compañero de largos viajes.
BIBLIOGRAFÍA
Barriguete, Armando (2002), La copa nostra. Psicodinamia de las recaídas en las adicciones, México: Diana
Domínguez Alquicira, Mario (2012), El adicto tiene la palabra. El fundamento metapsicológico de las adicciones, Buenos Aires: Noveduc.
Freud, Sigmund (1895), “Proyecto de psicología”, en Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, v. 1, 1994.
Paz, Octavio (1956), El arco y la lira, México: Fondo de Cultura Económica.
Salamonovitz, Alejandro (1999), Del silencio a la palabra. Reflexiones psicoanalíticas sobre la depresión, México: Círculo Psicoanalítico Mexicano.


Nota

[1] Jonguitud, Bertha, "Presentación del libro El adicto tiene la palabra. El fundamento metapsicológico de las adicciones", en Cuadernos Melanie Klein. Revista de psicoanálisis. Publicación Semestral del Seminario Melanie Klein Monterrey, núm. 1, septiembre 2012, pp. 57-65.



miércoles, 3 de octubre de 2012

Texto del Dr. Luis Tamayo sobre "El adicto tiene la palabra"

Distinguir el narco de la adicción

 

Luis Tamayo

El viernes pasado se presentó en las instalaciones del Círculo Psicoanalítico Mexicano Cuernavaca, el libro del Dr. Mario Domínguez Alquicira El adicto tiene la palabra: el fundamento metapsicológico de las adicciones (Buenos Aires, Noveduc, 2012).

En su estudio, el doctor Domínguez Alquicira (quien fue durante muchos años terapeuta de la Clínica Monte Fénix y actualmente ejerce su práctica privada) presenta una mirada brillante y clara de un fenómeno del cual se habla mucho pero, desgraciadamente, se comprende poco. En primer término, revisa la amplísima bibliografía escrita sobre el tema, no sólo de Freud y sus discípulos directos (Abraham, Ferenczi, Simmel, Rado, Jung) sino de muchos autores más (Olievenstein, Kalina, Le Poulichet, Laurent, por mencionar sólo algunos de los más citados), los cuales presentan diversas hipótesis sobre la psicodinamia de las adicciones. Esa revisión muestra cómo el psicoanálisis cuando intenta establecer cuadros psicopatológicos incurre en generalizaciones más que cuestionables. A veces se olvida que cada caso es único y, si bien puede parecerse un poco a otro, pretender que la causa de ambos sea idéntica es simplemente un error. Existen casos, asimismo, en los cuales la adicción no puede concebirse si quiera como una enfermedad psíquica sino como un placer, una norma cultural o como el elemento central de un rito de paso (como el consumo de peyote por parte de los wixarika, los mal llamados huicholes). En el estudio referido no se deja de hacer alusión tampoco a los filósofos de la embriaguez (que van desde Heráclito hasta Nietzsche, Sartre, Foucault y Escohotado), los cuales, como Freud mismo, conocieron de primera mano la experiencia del consumo e incluso teorizaron sobre él (vgr. Michel Foucault sostiene, cita Domínguez Alquicira, que las drogas deberían mantenerse como un recurso social para lograr la apertura de la conciencia oceánica de algunos).

Hacia el final del estudio, Domínguez Alquicira se permite nominar las diversas maneras de experimentar la adicción (todas las cuales provienen de su vasta experiencia clínica): “hemorragia psíquica”, “vértigo de lo real”, “alucinación del mundo”, “máquina de borrar”, “célula que explota”, “sed de absoluto” o “mundo sin memoria ni tiempo”, lo cual le permite proponer, como estrategia de tratamiento: “devolver la palabra al adicto”.

El consumo de drogas en México, lo sabemos, es antiquísimo. El peyote, el pulque y muchos otros alucinógenos eran conocidos -y consumidos- en Mesoamérica desde tiempos inmemoriales y tenían fines tan importantes como el apoyo a los “ritos de pasaje” de niño a adulto. La marihuana era antaño tan conocida, consumida y tolerada que hasta forma parte de nuestras canciones populares (donde la cucaracha “no puede caminar” porque le falta el alcaloide) y de muchos procedimientos curativos autóctonos. Desde que yo me acuerdo ha habido marihuanos y teporochos en nuestra sociedad sin que eso constituyese el grave problema social que el narco actual representa. En aquel entonces no rodaban cabezas en los bares, no habían narcofosas, ni campesinos esclavizados en fincas de narcos. Estos son fenómenos actuales producto del empoderamiento de los narcos, es decir, de la infiltración del narco en las más altas esferas del poder en México pues este otro fenómeno, el del narcotráfico, es muy reciente en nuestro país.

El estudio de Domínguez Alquicira nos permite darnos cuenta de la distinción entre la adicción y el narcotráfico: la primera es un trastorno psíquico, un placer o el elemento de un rito de paso, el segundo es un negocio. Uno que, erróneamente, el gobierno confunde con la adicción y pretende abatir con balas. 

La Jornada Morelos 30/septiembre/2012