En el marco de la Feria del Libro 2012 de la Universidad La Salle
se presenta el libro
El adicto tiene la palabra.
El fundamento metapsicológico de las adicciones
de Mario Domínguez Alquicira
el jueves 9 de agosto a las 19:00 horas
en el Auditorio del Centro de Multimedios
Comentarán:
Mtro. Mario Bejos Lucero
Mtra. María Elena Castro Sariñana
Dr. Jorge Llanes
Texto de María Elena Castro Sariñana sobre
El adicto tiene la palabra
Con la publicación
del libro El adicto tiene la palabra,
nuestro colega y amigo Mario Domínguez Alquicira, ha podido trasmitirnos su propia
palabra sobre la forma en la que entiende las adicciones a partir de sus
fundamentos metapsicológicos.
En primer lugar,
agradezco a Mario por invitarme a comentar su libro y por permitirme
reflexionar tanto sobre la práctica psicoanalítica —misma que desconozco a
pesar de mi formación profesional como psicoterapeuta de adolescentes con
orientación analítica—, como acerca del tema de las adicciones que también
desconozco a profundidad, aun cuando se relaciona en muchos ángulos con mi
práctica actual en investigación de riesgos psicosociales y desarrollo de
modelos preventivos. A pesar de haber atendido pacientes con problemas
derivados de su consumo de drogas, nunca he tratado clínicamente a un adicto ni
he estudiado la teoría psicoanalítica más allá de algunos textos que considero indispensables
en mi formación como psicoterapeuta.
Por ello, me disculpo
de antemano con ustedes por si acaso cometo algún error de apreciación en la
lectura del texto y, al mismo tiempo, agradezco a Mario haberme obsequiado su
libro, pues me permitió aprender y reflexionar desde una nueva perspectiva
aspectos relacionados con la adicción y con el psicoanálisis mismo.
Se trata de una
investigación bibliográfica. Mario estructuró su libro en siete capítulos, que
le son necesarios para desarrollar y demostrar, con base en la literatura
existente, su hipótesis metapsicológica fundamental (expuesta en la página 186):
En las adicciones tendría lugar una falla en la
función integradora, protectora, ligadora del yo. Por ello, un propósito
importante de la droga sería el de proveer una coraza contra las cantidades
excesivas de energía que irrumpen en el sistema, ocasionando una ruptura de las
barreras (dispositivos protectores). Ese violentamiento del límite y afluencia
de energía móvil, “no ligada”, proclive a la descarga, causa esencialmente
dolor, por lo que la droga opera como un “parche”, un tapón o dique de
contención, que restablece artificialmente la consistencia yoica.
La motivación de
Mario es transmitirnos con su palabra que la adictología y el psicoanálisis no son
dos campos teóricos separados, sino que se pueden articular. Basa el sustento
de su hipótesis en Freud, como creador del psicoanálisis y fundador de la
psicofarmacología, y subraya la importancia del punto de vista económico del
aparto psíquico como fundamento metapsicológico para explicar las adicciones,
lo cual no entra en contradicción con los últimos descubrimientos de la
neurofisiología. La adicción —según se demuestra a lo largo del libro— es un trastorno
de lenguaje, es la supresión toxica de la memoria.
Para llevar a cabo
su investigación bibliográfica y comprobar sus hipótesis epistémicas, Mario se
fundamenta principalmente en el “Proyecto de psicología para neurólogos” en el
que Freud encontró las bases neurológicas para describir, en su primera y
segunda tópica, el funcionamiento del aparato psíquico.
Mario organiza su
material haciendo un recorrido histórico sobre la evolución de los conceptos psicoanalíticos
en relación a la adicción para
mostrarnos después dos horizontes: el genealógico y el epistemológico,
rematando con el “Proyecto” de Freud. Dedica los dos últimos capítulos a
organizar los materiales en relación a su hipótesis sobre los fundamentos
metapsicológicos. Su tesis central es “la economía psíquica de la adicción”, capítulo en el que organiza sus textos con
encabezados metafóricos que dan cuenta de lo que sucede en esta economía
psíquica en los procesos adictivos. Sintetiza de manera muy interesante los
complejos mecanismos que se suceden en el aparato psíquico del adicto: la
hemorragia psíquica, el reloj de arena de la droga, el álgebra de la necesidad,
el vértigo de lo real, la patología del acto, de lo visible a lo inteligible,
el sujeto alucina su mundo, la máquina de borrar, la ruptura violenta, los ojos
sin párpados, la célula que explota, la ecuación celular de la droga, la sed de
absoluto, un mundo sin memoria y sin tiempo, el tiempo de la droga.
El punto de vista más
difundido del psicoanálisis de la adicción se centra en el abordaje
hermenéutico y no en el económico. Al leer el segundo capítulo abocado a
recorrer la historia y evolución de los conceptos psicoanalíticos sobre las
adicciones, fui impactada por el texto a muy distintos niveles y de muchas
maneras; pude recordar la forma en la que el psicoanálisis en sus inicios relacionó
el alcoholismo y la homosexualidad reprimida, la relación entre la necesidad de
embriagarse y la no satisfacción del instinto, la cura focalizada en hacer consciente
lo inconsciente, el mundo interno del adicto plagado de depresión, tendencias
suicidas, deseos de muerte, tendencia a eludir las responsabilidades, la autoestima
como el mayor mecanismo psicodinámico que subyace al abuso, la grandiosidad
reactiva del adicto, su disposición narcisista, su desintegración psíquica, las
dificultades a las que el paciente enfrenta al terapeuta y la imposibilidad de
adaptar los supuestos de la técnica a las características del adicto que hacen
que los psicoanalistas se cuestionen si dicha enfermedad es abordable con el psicoanálisis,
la personalidad pre-mórbida que encuentra en la droga una seudo satisfacción,
la droga como el símbolo de la leche deseada, etcétera. En este recorrido me impactó
el gran esfuerzo que se ha hecho desde el marco de referencia teórico del psicoanálisis
por entender y explicar los comportamientos adictivos y la frustración de no
poder ofrecer una respuesta óptima para actuar en beneficio de los pacientes. Y
como el adicto no puede transmitir su experiencia en el marco que su
psicoanalista le propone, el desencuentro es permanente… la ansiedad
persecutoria del paciente, su autodestrucción, los mundos que habitan en el adicto
que no pueden ser nombrados y en su psicoanalista no pueden tener significado
porque no se han hecho palabra… son actos.
El segundo impacto
al leer el texto fue suscitado por sus referencias al origen de la enfermedad,
que algunos autores sitúan entre los seis y dieciocho meses de edad en un vínculo frustrante
con la madre, en el Estadio del espejo, que se describe como el espejo roto,
fue que me hizo reflexionar en que cuando intervenir es tan complejo, prevenir
es la solución… Pero ¿cómo educar a una madre imposibilitada para vincularse
con el bebé?, quien muy probablemente ofrece a su hijo un espejo roto que no es
más que reflejo de su propio espejo roto, que ha sido a su vez dado por su
propia madre… y uno piensa que tiene que haber salida, que tiene que haber un
camino para los seres que transitan en tinieblas por el camino de su existencia.
Conforme avanzan
las citas, mi sensación de desconsuelo me evoca una frase: lo que tu madre no
te dio, te lo dará el universo y el universo son los otros, los que no son tu
madre pero también te impactan, se vinculan, te ayudan desde afuera a construir
adentro, quizá no a una hora determinada en una silla o en un diván, el universo
encontrara la forma.
Continúo y paso por
la revisión de autores que, conforme se acercan al siglo pasado, llegan al
terreno de la experiencia espiritual que la misma droga descubre, porque está
ahí dentro de nosotros y aprendo, gracias a Mario, que Carl Gustav Jung y su
experiencia con su paciente alcohólico lo llevó a ofrecer una respuesta en los
grupos de A.A. para dar el salto de la ilusión de la droga a la certeza
espiritual, se empieza entonces a hablar ya de los recursos espirituales para
la recuperación del adicto. Un psicoanalista que da una opción para la noche
oscura del ser, el hecho que se produce en el límite de desesperación que te puede
hundir o te puede abrir el camino de la iluminación, el impacto de
desesperación al leer el texto se vio entonces reconfortado, el despertar
espiritual como opción, tenemos derecho a los estados alterados de conciencia
que los no adictos han encontrado en la droga, sólo para descubrir que esos
estados no son propiedad del fármaco sino de nuestra condición humana, el asunto
es que el uso no adictivo de las drogas con propósitos de expansión de la conciencia
y con propósitos curativos requieren un aparto psíquico integrado, el psicoanálisis
químico descubrió las propiedades de la droga pero no aportó una solución a los
adictos, sólo confirmó la frase de Baudelaire: “los que buscan paraísos
externamente crean infiernos”, donde termina la vida exterior inicia la vida
interior y el adicto no tiene esa vida interior, no la puede crear, construir, vivir,
porque, como dice Mario, mas allá de la hermenéutica, su aparato psíquico esta
dañado, desde edades muy tempranas, el adicto es el sin palabra, no tiene
lenguaje, sistema, aparato, estructura para nombrar. Irónico el titulo del
libro: El adicto tiene la palabra… ¿Cuál?
La de su psicoanalista, la de su madre, la de las personas que lo rodean. Es la
palabra del Otro, la de los psicoanalistas que sí tienen ese mundo interior y esa
capacidad de nombrar. Por eso una gran diferencia entre los psicoanalistas que
toman el punto de vista hermenéutico para explicar y tratar al adicto y los que
toman el punto de vista económico, nos dice Mario, es que los primeros consideran
a la adicción como un síntoma y los segundos —como Salamonovitz— dicen
que la adicción no alcanza a ser síntoma, ellos deben de transitar del silencio
a la palabra para construir un síntoma.
El siguiente
impacto en mi lectura fue entender el símil que Freud hizo entre el funcionamiento
del sistema nervioso y el funcionamiento del aparto psíquico, cómo el Sistema
Nervioso Central (SNC) tiene la misión de mantener el nivel más bajo de tensión
posible, sin llegar a la descarga total, para mantener la posibilidad de construir
la memoria, las células del recuerdo. Cuando Freud trasladó los principios descubiertos
del funcionamiento del SNC al funcionamiento del aparato psíquico empieza, la aportación
que Mario nos ofrece en su libro con una explicación energética de las adicciones
por encima de la explicación hermenéutica, basada en lo que Freud dijo ¡hace casi
dos siglos!
En sus metáforas sustentadas
en revisión bibliográfica psicoanalítica nos explica Mario cómo el aparto
psíquico del adicto sufre de hemorragia psíquica, no hay barreras de contacto,
está afectada la permeabilidad e impermeabilidad de los canales, hay un
vaciamiento energético que lleva al aparato al vértigo de lo real; no estamos
entonces en el terreno del síntoma, estamos en el terreno de la acción, tejer y
destejer y el tejido nunca se forma, no puede usarse para aprender de la
experiencia, es el trastorno del impulso, la droga ofrece placer inmediato, y
para aquellos que son no adictos, ofrece estados crepusculares y descubrimientos
de alteraciones de conciencia y vida espiritual que no está en la droga, ésta
solo nos enseña el camino, pero para aquellos con fallas esenciales en su
aparto psíquico este placer se torna en dolor permanente, huir del dolor,
interrumpir la marcha del tiempo una y otra vez, esto significa simbólicamente
muchas cosas para el otro, para la palabra del otro, pero el
único propósito del adicto es llegar a tener palabra con la ilusión de que la droga se la
dará.
Sin duda, como dice
Mario, la adictologia actual con todos los descubrimientos de la adicción como enfermedad
del cerebro y ahora como enfermedad de un aparato psíquico incompleto, me deja
claro que para los adictos la clave no es hacer consiente lo inconsciente, es
llegar a tener un aparato psíquico que permita acumular recuerdos que
construyan síntomas y entonces tener esa palabra que nombre los sucesos del
mundo interno y no una droga que crea una ilusión de contención.
Al final tenemos
todos, psicoanalistas, adictólogos, preventólogos, investigadores psicosociales,
el mismo anhelo que el adicto, entendemos mucho pero tenemos muy poca
tecnología útil para aliviar al adicto y sus familiares y acercarnos a su
dolor, a su noche oscura del alma. En ese sentido, los grupos de A.A. tienen
una comprensión vivencial más real: si dentro no hay sistema, construye tu
sistema de ayuda mutua afuera. Y si el universo de amor que nuestra madre nos
ha ofrecido ha construido nuestro mundo interno, otros amores pueden ayudar a
que el adicto reconstruya su aparto psíquico. Quizá la adictología actual, el
psicoanálisis y los interventores sociales nos dediquemos en el siglo XXI a
construir la tecnología del amor.
Gracias Mario por provocar
en mí estas reflexiones, sigamos adelante en nuestros esfuerzos por contribuir
a que el adicto y todos los que sufren un gran dolor, rescindan su contrato con
la adversidad.
***
[Texto
leído por la autora en la presentación de El adicto tiene la palabra. El fundamento metapsicológico de las adicciones (Noveduc, Buenos Aires, 2012), Universidad La Salle, agosto 9 de
2012.]
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