miércoles, 18 de mayo de 2011

María Elena Rivera: Sobre Psicoanálisis y cine... (El Financiero)

Libro de Mario Alquicira y Pablo España

El cine tiene la cualidad de producir choques emocionales
María Elena Rivera

La imagen cinematográfica, dice el doctor Pablo España, está emparentada con los sueños en tanto que lo sueños son la vía regia al inconsciente, según los descubrimientos de Freud. “La imagen cinematográfica también es la mirada de los grandes directores que son capaces de reflejar el drama humano”.

Pablo España, director del cine club debate El Psicoanálisis y el Cine, celebra diez años continuos de una mirada multidisciplinaria a las grandes obras clásicas y contemporáneas de la cinematografía universal a través de psicoanalistas, directores, críticos, actores y pintores.

            Gustavo García, Busi Cortés, Daniel Gerber, José Perrés, Nelson Carro, José Luis Cuevas, Carlos Bonfil, Diana Bracho y Mario Lavista, entre otros, han analizado y comentado con el público películas de Akira Kurosawa, Elia Kazan, Woody Allen, Stanley Kubrick, Pedro Almodóvar, Arturo Ripstein, Ingmar Bergman y Alfred Hitchcock, por mencionar sólo a algunos.

            Junto con Mario Alquicira, Pablo España ha recopilado varias de las ponencias presentadas en el cine club en Psicoanálisis y cine, libro editado por el Círculo Psicoanalítico Mexicano.

            —¿Cómo surgió su interés por realizar un cine de debate?
            —El cine siempre me ha interesado porque me parece que está muy relacionado con el psicoanálisis, de acuerdo con la idea de los sueños de Freud —responde Pablo España—. Sin embargo, dado que en el cine se relacionan diversas artes, decidí que el debate debería ampliarse a otros aspectos: literatura, música, teatro; por esta razón, los ciclos de proyecciones no están limitados al enfoque psicoanalítico. Además, me parece que debe rescatarse esta forma de proyectar el cine porque propicia un acercamiento mayor a él.

—¿Cómo se explica la relación del cine con el psicoanálisis?
—Freud decía que la mente trabaja en dos modalidades: el proceso primario y el secundario. La primera sucede cuando soñamos y cuando en la clínica psicoanalítica se asocia libremente. En los sueños no existen la lógica ni la racionalidad. Como dijimos, los sueños están emparentados con las imágenes, mientras que en el proceso secundario, durante la vigilia, se intenta ordenar el caos psíquico a través de la razón y el juicio.

            Y es que, expresa Pablo España, los sueños reflejan los deseos reprimidos de las personas. “En los sueños también aparecen situaciones de angustia. Todo ello refleja la condición humana, sus carencias y sus anhelos. El cine también se ocupa de este tema; en este sentido, el cine es como un sueño dirigido, pero quizás el trabajo que más se acerca al psicoanálisis es el de corte surrealista. Ahí tenemos a Luis Buñuel, por ejemplo, el gran director español”.

—¿Cómo entiende el trabajo de Buñuel?
—Una de las características del cine de Buñuel es que trabaja mucho con el caos. Como se sabe, este director recurre a elementos surrealistas para sus películas. El surrealismo está emparentado con el proceso primario freudiano. Buñuel reconoció que había leído a Freud; entonces, en medio de un discurso coherente inserta alguna escena atemporal o incoherente. Es tan cercana la relación del cine de este autor con el psicoanálisis que el mismo Jacques Lacan —fundador de la revolucionaria corriente psicoanalítica que lleva su nombre— recomendaba a sus alumnos: si quieren conocer cómo es un paranoico, vean Él (la película que protagonizó Arturo de Córdova).

            “Buñuel es quizá el ejemplo más cercano del cine con el psicoanálisis; pero cuántos autores más no han reconocido este acercamiento. Woody Allen tiene comedias y dramas en donde el psicoanálisis es un elemento central; el absurdo de las cintas de los hermanos Coen también está relacionado”.

            —¿Qué ofrecen las imágenes al psicoanálisis?
            —La imagen cinematográfica es más poderosa que las que pueden ofrecer el teatro y la literatura, que también están relacionadas con el cine. Los recursos de su manejo no sólo ofrecen planos completos; un close-up, por ejemplo, puede reflejar el rictus de dolor de un rostro, como lo hace Bergman en varios de sus filmes. Las imágenes pueden producir un impacto interno de tal magnitud a quien las ve, que puede mover internamente sus problemas. El cine tiene la cualidad de producir choques emocionales a los espectadores. No es que el cine sustituya al psicoanálisis como método de conocimiento, pero sí puede provocar una catarsis en el diván, cuando ocurre el insight o sentido de la remoción.

            “Conozco el caso de un hombre que quedó totalmente confundido después de haber visto Rebelde sin causa, la inolvidable película que tuvo como protagonista a James Dean. Esta persona no recordaba el camino a su casa cuando salió del cine. En la película aparece un enfrentamiento con el padre, que es un sujeto débil, sin carácter. Ver esto le provocó un conflicto que lo puso en un estado confusional muy angustioso que posteriormente lo llevó al psicoanálisis”.

            “La confusión aquí puede entenderse como ‘estar fundido con’ el padre, pero de una manera muy destructiva, pues el hombre se funde con lo que le rodea y se siente angustiosamente perdido. El cine puede remover la psique de tal forma, que podría desencadenar la locura en personas fronterizas; es decir, que están con un pie en la psicosis y otro en la neurosis”.

Imágenes de Psiquis

“A partir de los años sesenta —se lee en Psicoanálisis y cine— el psicoanálisis empezó a cobrar mayor fuerza dentro del arte cinematográfico; aunque ya desde antes se dejaba ver la influencia que las teorías freudianas ejercían sobre los temas y el tratamiento de las películas. Así, el cine fue adoptando clichés hasta hacer que los tópicos psicoanalíticos quedaran plenamente integrados en las producciones fílmicas. Incesto, parricidio, fetichismo, culpa, fobia, etcétera, se habían convertido en moda […] las películas se convierten en atractivas realizaciones que ofrecen, amén de ingredientes eróticos y violentos, una nutrida avalancha de conflictos psíquicos”.

El cine club debate El Psicoanálisis y el Cine, ubicado en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, completó 29 ciclos temáticos en diciembre de 2002. En el vigesimotercero, “Lo siniestro en el cine”, Marina Lieberman, investigadora con formación psicoanalítica, comenta la cinta Corazón satánico (Angel heart), de Alan Parker. El pacto que Johnny Favourite hace con Lucifer, y del que ingenuamente pretende escapar, da lugar a la reflexión del concepto de lo siniestro en el psicoanálisis.

“Harry Angel [el detective contratado por el personaje denominado sugerentemente, Louis Cyphre, para seguir la pista a Favourite], el corazón de ángel, lleva en el nombre su marca. Es un ángel inocente, víctima de un destino irrevocable”, dice Marina Lieberman. Harry Angel es el mismo Johnny Favourite que ha asesinado no sólo a quienes se cruzan en la investigación, sino también a su propia hija, con la que cometió incesto.

Pero Harry Angel está inmerso en su propia trampa al querer romper el trato; mas no podrá salir de allí porque “hay en ella un goce maligno”, que es lo siniestro, el goce lacaniano que difiere del placer mundano. En tanto, Lucifer, amo de la situación, “goza viendo a Harry aceptar el contrato que le propone una vez más. Johnny vendió su alma al diablo, y éste se la comió como un hueso duro sin sal”, dice Lieberman acerca de un encuentro clave entre el personaje de Robert de Niro y el del sujeto en fuga, donde el primero se traga de un bocado el huevo que ha despojado de su cáscara lenta y placenteramente.

Sin embargo, el amo —el referente sine qua non del esclavo en el orden simbólico— tampoco escapa a su destino. Primero, “porque no querrá nunca dejar de ser amo y, segundo, porque sólo goza”. Lucifer disfruta del chiste cruel que Johnny se juega a sí mismo al querer engañarlo; toda la violencia desplegada en la película es la sal sazonadora del goce dialéctico que no puede existir nunca si falta alguna de las partes.

 

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[Texto publicado por María Elena Rivera en El Financiero Cultural el viernes 14 de marzo de 2003.]

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