domingo, 20 de febrero de 2011

Texto de la Dra. Carmen Pardo sobre Tres grandes sueños...



El acto de la escritura es un acto en que el sujeto se muestra y nos muestra las múltiples escrituras que lo han definido. Juego de espejos, como en la Alicia de Lewis Carroll, en donde aparecen reflejadas y refractadas las múltiples escrituras que lo habitan. Pasión, locura y seducción en tres grandes sueños que, como todos los sueños, muestran desfiguradas, diría Freud, escenas que remiten a otras escenas como intentos de cercar o bordear lo indecible.
Pasión, locura y seducción en que los autores de este libro nos muestran, en escenario virtual, las escrituras de Sigmund Freud, Louis Althusser y Lewis Carroll, reflejándonos sus propias pasiones, locuras y seducciones. Así también, podemos nosotros vernos más o menos reflejados en su escritura sobre estos tres personajes.
Sería ocioso, como dice Carlos Fernández Gaos en el prólogo, volver a repetir que no hay interpretación válida de un sueño sin las asociaciones del soñante. Lo sabemos todos. Pero lo que encontramos acá es la marca en los autores de la escritura de los personajes, vale decir: las asociaciones que hicieron a partir de su propia lectura y de sus propios sueños, mismos que nos entregan para que nosotros también soñemos el nuestro. Y para soñar están los libros...
Locura de la escritura que intenta bordear el amor y la muerte. Acto o pasaje al acto donde el sujeto aparece en el suicidio, el homicidio, el sueño o la escritura. Acto de dar testimonio de haber sido, aunque sea en el instante mismo del pasaje al acto, como dicen los autores que ocurrió a Louis Althusser y a Yukio Mishima.
Acto que da testimonio de lo que Freud soñó para nosotros al legarnos el psicoanálisis y al escribir su “sueño paradigmático”, mismo que ha sido objeto de múltiples reinterpretaciones entre los psicoanalistas. Pero el enigma que habita en los escritos de Carroll y Freud para nosotros, sus lectores, más allá de lo que ellos mismos escribieron o lo que Althusser se propuso al poner palabras a su sueño es justamente lo que invita y apela a la interpretación. Sólo lo no dicho, o lo que suponemos no dicho, es lo que convoca necesariamente a la interpretación y a la creación de nuevas significaciones.
Creo que al recorrer los caminos por los cuales Pablo España y Mario Alquicira nos conducen, cada lector se preguntará si realmente habrán sido esos los deseos inconscientes de los tres personajes, tal como proponen los autores al analizarlos. Pero de cualquier forma, esto nos convocará seguramente a construir nuevos sentidos para nosotros.
En mi caso, por ejemplo, donde creo haberme encontrado y reflejado no es en lo que los sueños nos muestran de los deseos inconscientes y de la vida intrapsíquica de los personajes, sino justamente en lo que leo al revés. Desde mi lectura, los autores logran dar sentido a los sueños con los que trabajan, a partir de la vida de los personajes principales, de todos los otros que aparecen a lo largo del libro y, me atrevería a decirlo, fundamentalmente de sus propias vidas.
Así como ellos afirman que no van a analizar a Irma, ni a Hélène, ni a Alicia, sino a Freud, Althusser y Carroll, yo diría que el libro nos habla de España y Alquicira. Y no pretendo acá hablar de sus fantasías inconscientes, ni siquiera de las preconscientes, esas ellos las sabrán. Pero sí de su propia interpretación a partir de la gran cantidad de información sobre la vida de sus personajes y de su creatividad para hacérnoslos entrañables.
En algún momento nos dicen, hablando de Giacomo Casanova, que en la base de su relato y en la invención de sus aventuras “subsiste una experiencia humana”. No sé qué es lo que España y Alquicira hayan experimentado en sus propias vidas, pero me atrevería a afirmar que pudieron escribir este libro porque han vivido mucho a través de lo que han leído. Leer también es una profunda experiencia humana cuando hay pasión y seducción, y los autores nos regalan en un libro su experiencia...
Varios personajes cobran vida en un acto creativo y literario que, más allá de las interpretaciones a que ellos llegan, válidas o no para cada lector desde un intento explicativo, esas vidas nos implican. Los autores nos los acercan y compartimos con ellos aquello que de indecible hay en la locura, la pasión y la seducción, aquello que la literatura y el arte en general transmiten mucho mejor que cualquiera de las ciencias. No en balde, el libro está repleto de referencias literarias y cinematográficas. Aquellas seguramente por las que España y Alquicira o Alquicira y España se sienten particularmente seducidos, aquellas que los invitaron a soñar y a escribir.
Freud mismo hizo uso de la literatura, la tragedia y el teatro, toda vez que intentó transmitir lo trágico, lo siniestro y lo inasible del existir. Y es en este sentido que el libro me toca particularmente, y donde creo que las relaciones entre el psicoanálisis y el arte son más fecundas. Cuando el psicoanálisis habla y nos dice que somos hablados por aquellas mismas cosas que el arte transmite con imágenes o palabras; cuando las palabras en la literatura hablan de lo que no se agota con palabras.
Con Freud nos llevan nada menos que a esos momentos inaugurales en que está construyendo los principios y conceptos básicos del psicoanálisis. Un Freud que se enfrenta al temor, a la culpa, a tener que sostener para sí mismo la imagen de su querido amigo Fliess y al costo que tanto para él como para sus pacientes tendrían sus primeros intentos de trabajo.
En el capítulo consagrado a Althusser nos hacen recorrer junto con ellos un camino que va desde las preocupaciones del teórico marxista hasta las emociones del artista Mishima. Pasaje al acto, diría el psicoanálisis, explicado desde la historia de la locura o perversión del sujeto. Acto sagrado que, sin palabras, habla de ocupar un “lugar en la historia”; acto supremo donde el sujeto se “salva” al dar sentido a su existencia, cuando parece que ésta deja de tenerlo.
En el capítulo dedicado a Carroll, por ejemplo, siguen el camino de Jorge Luis Borges para acotar la literatura fantástica y van trabajando literariamente los personajes y situaciones de Alicia en el país de las maravillas. Camino que los lleva (llevándonos también a nosotros) a Robert Louis Stevenson y Gustav Flaubert, y así desde la literatura vamos acercándonos a la escisión fundante del psiquismo y la imposibilidad del deseo, temas de los que —como sabemos— nos habla el psicoanálisis.
En lo que difiero con los autores es en llamar “errores de Freud” a algunas de estas vicisitudes, así como a algunos de sus postulados en relación con la biología y la filosofía. Y no porque quiera defender a Freud, él no necesita defensa, sino simplemente para precisar que todo conocimiento se construye en un contexto histórico-social-epistémico y que las dificultades en la construcción del psicoanálisis, como en todo saber, están hiladas con reformulaciones y resignificaciones entre el sujeto y el objeto, y no pueden valorarse fuera de su contexto.
Tal vez convendría citar en este punto las palabras que dice Freud a Fliess en la carta del 7 de agosto de 1901: “Y también tú has llegado al límite de tu agudeza, tomas partido contra mí y me dices algo que desvaloriza todos mis empeños: ‘El lector del pensamiento no hace sino leer en los otros sus propios pensamientos’”. Sin embargo, lo interesante en este libro es la forma en que los autores nos aproximan y nos transmiten su sentir acerca de Freud. A ese enigmático Freud que pretendía “mover las regiones infernales”. A quien, mostrándose para nosotros y regalándonos sus propios sueños, nos legó un sistema de pensamiento que transformaría los cimientos de la concepción que del hombre se tenía, destronando para siempre a la conciencia del centro de la existencia. Cosa que nos seduce porque a todos nos concierne.
No hay deseo sobre el saber que no pretenda un saber sobre el deseo. Y alrededor de esto gira precisamente el psicoanálisis. Para terminar quisiera decir que escribir, dialogar y leer entre amigos sobre temas que nos apasionan y seducen, también para mí constituye un sentido de vida.
***
[Texto leído por la Dra. María del Carmen Pardo y Brügmann en la presentación de Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción. Una visión psicoanalítica, Coyoacán, agosto 2 de 2001.]

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