El Círculo Psicoanalítico Mexicano invita a la presentación del libro
El adicto tiene la palabra. El Fundamento metapsicológico de las adicciones
de Mario Domínguez Alquicira
Sede: Cuernavaca
21 de septiembre 18:30 horas
Comentarán: Luis Tamayo,
Miguel Matrajt
Lugar: Chalma Norte 204, Col. Lomas de Atzingo
Sede: Distrito Federal
14 de noviembre 18:30 horas
Comentarán: Ma. Alejandra de la Garza,
Daniel Gerber
Lugar: Parral 73, Col. Condesa
De adicciones… ¿Otra expresión
de la desubjetivación en la posmodernidad?
María Alejandra de la Garza Walliser
Oiga doctor… devuélvame mi depresión…
¿no ve que los amigos se apartan de mí? Dicen que no se puede consentir esa
sonrisa idiota; oiga doctor, que no escribo una nota desde que soy feliz. Oiga
doctor, devuélvame mi rebeldía, ahora que a la carta ceno cada día y viajo con
American Express algunas de las cosas; oiga doctor, que imaginaba odiosas?
(Canción de Joaquín Sabina)
El
libro que hoy presentamos en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, de nuestro
amigo y colega Mario Domínguez Alquicira, trata de un largo y enriquecedor
recorrido. Muy completa investigación de casi todo lo que se ha publicado sobre
las adicciones y las respuestas desde el psicoanálisis. Realmente está escrito
con tal esmero, que al leerlo uno tiene la certeza de estar completamente
actualizado sobre el tema comme il faut.
La
problemática es amplia y espinosa desde el psicoanálisis, así como en el
pretendido diálogo —tan en boga últimamente— entre neurociencias y
psicoanálisis. Una vez más nos encontramos con las referencias desde la
metapsicología del punto de vista económico en Freud y el primer y amplio
desarrollo que hace del mismo en “Proyecto de psicología para neurólogos”.
Texto polémico que puede ser abordado desde diferentes perspectivas: o bien
como un discurso desde la anatomía y la neurología, o bien como resto diurno
que anuncia las temáticas fundamentales que abordará Freud a lo largo de su
obra sobre el aparato psíquico, su origen y desarrollo. Nos topamos acá con la
apuesta por parte del autor de releer y asumir las propuestas de este Freud,
fundador de la psicofarmacología, y arrancar desde el presupuesto
metapsicológico del punto de vista económico y de sus planteamientos en
“Escritos sobre la cocaína”, donde explica detenidamente los juegos de tensión
y distensión generados a partir de las cantidades consumidas de este tipo de
sustancia.
Pero
también en este texto multirreferencial, nos asombra la multivocidad de las
adicciones. Aparecen adicciones menos malas que otras. Eso depende de la
cantidad que se ingiere, pero también de la fortaleza del yo o del tipo de
satisfacción que el sujeto tuvo en su primera experiencia. La falta, la
carencia, la precariedad de la mirada, del deseo y de la libidinización pueden
dejar su huella mnémica grabada en el alma, en la percepción, en el yo-piel. Y
puede ser tan insoportable el dolor que cumpliendo la función de pharmakon, la droga anestesia el dolor y
por lo tanto anula el deseo.
Están
puestos sobre la mesa todos los posibles actores a interactuar en la búsqueda
de respuestas efectivas frente a determinadas adicciones. Varios de los
desarrollos y comunicaciones que elige tejer en su discurso Mario Alberto me
asombraron: uno de ellos es sobre el origen de Alcohólicos Anónimos y la
participación de Carl Gustav Jung: “Es un hecho conocido que Jung, el querido
discípulo de Freud y futuro disidente de la legión freudiana, jugó un papel
preponderante en el origen y fundación del movimiento Alcohólicos Anónimos. […]
La historia se remonta a 1931, cuando Jung atendió durante un año a un
acaudalado alcohólico norteamericano llamado Rowland Hazard, quien cinco años
después, visitó nuevamente a Jung en Zurich con motivo de una recaída para
convencerse finalmente de que no podría lograr su recuperación hasta encontrarse
en condiciones de vivir una experiencia espiritual —o sea, experimentar una
conversión genuinamente religiosa”. Este fue el antecedente directo del vivenciado
por Bill Wilson, equivalente para él a una verdadera experiencia religiosa. Esta
historia está consignada en la literatura de Alcohólicos Anónimos, donde
también se establece que tales prácticas le fueron dadas a conocer a Bill a
través del libro Las variedades de la
experiencia religiosa (1902) de William James. Así la experiencia
espiritual entendida en términos de un profundo colapso del yo puede permitir
una transformación en la vida del sujeto, Eduardo Meléndez realizó una
investigación hace cerca de veinte años en la que demostraba la superior
efectividad de los grupos de ayuda mutua frente a las distintas alternativas
ofrecidas por el modelo médico.
Volver
a recordar los experimentos con LSD que llevaron a cabo literatos, psiquiatras…
Huxley, a sus sesenta años de edad prueba el peyote y es tal su impacto que
expone su experiencia en los textos Las
puertas de la percepción y Cielo e
Infierno. Antonin Artaud, consumiendo opio traducía su alteración
perceptiva en textos iluminados. Así que hay de drogas a drogas, de
consumidores a consumidores y resultados diversos y tales travesías.
Coincido
con el prologuista Héctor López cuando dice que la idea-fuerza del libro es “quienes
buscan paraísos encuentran infiernos”. Yo añadiría por la propia lectura del
texto que algunos elegidos en su encuentro con ciertas sustancias llegan a
encontrar paraísos. La relatividad también atraviesa el texto. De repente, más
allá de cualquier discurso moral (ausente afortunadamente en este trabajo), se
me impone la hipótesis planteada por Braunstein cuando afirma que, a diferencia
de lo que ocurre en la psicosis, la adicción es objeto de una decisión, de una
elección. Cierto, pues la adicción sería uno de los métodos a la mano, muy a la
mano y favorecido por el engranaje social, por medio del cual el sujeto se
sustrae, se aparta de un modo experimental del intercambio simbólico, lo cual
equivale a decir que rechaza o se separa del vínculo social. La droga y su
adicción se podría ubicar en este sentido en el mismo orden de respuesta que el
pasaje al acto suicida, sólo que en este caso no hay muerto sino UN DARSE POR
MUERTO. Pero también aparece en el horizonte la experiencia vital de
transformación y subjetivación que se traduciría en ASENTARSE COMO SUJETO, y la
búsqueda de enfrentar de otra manera el silencio, el vacío, el dolor a secas.
No olvidemos Las enseñanzas de Don Juan
de Castaneda, por ejemplo.
Gratamente
enriquecida quedé con el conocimiento del trabajo clínico efectuado por Claude
Olievenstein. Con agudeza y osadía que recuerdan a Ferenczi, se atreve a romper
esquemas, a salir de cualquier dogmatismo y a sumergirse en las
particularidades de las adicciones pero sin perder de vista lo esencial en el
acercamiento psicoanalítico: las generalizaciones se encuentran con el límite
de lo singular del caso por caso. Tal es el eje rector en su trabajo “sesión
ilimitada de análisis salvaje”, que llegaba a durar hasta diez horas. Porque
para él la necesaria singularidad del caso y el psiquismo móvil de los adictos
lleva a un posicionamiento diferente por parte del psicoanalista.
Hay
una preocupación por la clínica a proponer en el caso de las adicciones. Una
propuesta con basamento metapsicológico, en el que se va haciendo camino al
autor, construyendo en su formulación de preguntas posibles puentes desde el
cerebro (neurología) y desde el inconsciente (psicoanálisis). Aunque pueda tener
mis reservas al respecto por el ambiente de fascinación que predomina en ese
sentido sobre todo en psicoanálisis, me parece bastante serio el derrotero que
escoge Mario para poner en su lugar prioritario la dimensión económica, el tema
de la cantidad de excitación por encima de lo psicodinámico. Cito al autor: “En
el origen está la excitación. O, para decirlo con otras palabras: lo económico
precede a lo dinámico, motivo por el cual debe prestarse más —o por lo menos igual—
atención a la vicisitud económica que a la dinámica”. Y confirma más adelante:
“se trataría de precisar el lugar que la sustancia ocupa en la economía
subjetiva de quien la consume, así como de deducir cuál es la lógica que ese
consumo adquiere en cada una de las estructuras clínicas” (pp. 243-244).
¿En
futuros desarrollos veremos cómo se materializan sus propuestas en una clínica
de lo real? ¿Caso por caso? Y es que resulta difícil abordar una clínica de las
adicciones. Una sola clínica. ¿Clínica desde dónde? ¿Desde qué escucha
psicoanalítica? ¿Desde qué psicoanálisis se hablaría? ¿Entraría en este sentido
la psicoterapia psicoanalítica en los referentes —los nuestros— del
psicoanálisis? Pero además habría que preguntar también ¿desde qué tipo de adicciones?
Se puede hacer tabla rasa de las diferencias entre la marihuana, el LSD, la
heroína, el opio, el hachís, la cocaína, la mezcalina… los inhalantes… el juego…
el trabajo… el ejercicio… porque ahora tal es el panorama adictivo de nuestra
sociedad. Mejor tener bien instalada una adicción que preguntarse quién soy y
qué quiero.
Sólo quiero ser yo y ahora
parezco mi caricatura. Oiga doctor, devuélvame mi fracaso, ¿no ve que yo
cantaba a la marginación? Devuélvame mi odio y mi pasión, doctor, hágame caso,
quiero volver a ser aquel payaso con alas en los pies. Oiga doctor, devuélvame
mi excitación, llevo ya cinco meses sin una erección, incluso en un gimnasio me
inscribí pero no me curaron; oiga doctor, cada miembro me hincharon menos el
viril. Oiga doctor, esta vez le falló la acupuntura, ¿acaso no le pago las
facturas? Déjeme como estaba, por favor. Oiga doctor, que ya no se me empina,
desde que me mandó tener cuidado con la nicotina. Nada de disimulos, la cumbre
se me está clavando por momentos en el culo.
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