Miguel Angel Sitten Sotelo [1]
Un libro para leerse, si se piensa en
las patologías de la modernidad, o en las enfermedades del silencio, o en los
trastornos actuales, o en el nombre con el que designe a las manifestaciones
del malestar de la cultura en los tiempos presentes.
Como bien lo dice su prologuista, Héctor
López, el autor nos lleva en un recorrido desde abrir la clásica concepción
metapsicológica tópica y dinámica de las adicciones a un tercer eje, el
económico-energético, desdoblando la idea propuesta por Sylvie Le Poulichet, y
permitiendo entender el síntoma en las adicciones, diferenciándolo del síntoma
como formación del inconsciente —propuesta clásica freudiana— lo que le da un
lugar a la adicción más allá del síntoma, concibiéndolo como un recurso contra
el dolor del trauma, como un goce, pero en negativo. Y entonces se permite
enlazarlo a la propuesta de aquellos discípulos de Lacan sobre las teorías del
goce, lo que sumerge el tratamiento del problema en el abismo del ello. Lo que
a fin de cuentas regresa al Freud de El
malestar en la cultura con su
expresión de la intoxicación como quitapenas.
Un libro para leerse, si se considera su
cercanía al espíritu del Proyecto de
Freud en cuanto a una explicación energética de las adicciones, lo que centra
el fundamento metapsicológico de las adicciones
en la dimensión económica del aparato psíquico, lo que no se contrapone
con los últimos descubrimientos de la neurofisiología.
Cabe destacar en esta propuesta de la
economía psíquica de la adicción, el concepto de hemorragia psíquica que habla
de una falla en la función integradora del yo, por lo que un propósito
importante de la droga es proveer una coraza contra las cantidades excesivas de
energía que irrumpen en el sistema, ocasionando una ruptura que produce dolor,
por lo que la droga opera como un dique de contención que restablece artificialmente
la consistencia yoica.
Un libro para leerse, si se considera la
línea conceptual que encuentra su hilo con el psicoanálisis francés y en la que
se concluye que las adicciones son un trastorno de lenguaje —esto implica un trastorno
de la relación primaria— y una supresión tóxica de la memoria. Lo que obliga a
trabajar en la reconstrucción de una historia en tanto asiento de la palabra, un
interrogante en el sujeto que movilice cierta cantidad de angustia, en una
labor orientada a la producción de una posición subjetiva que permita al sujeto
descubrir su propio deseo.
Un libro para leerse, si se repasa el
vasto jardín conceptual sobre las adicciones que desde el psicoanálisis se ha
escrito, permitiéndose una crítica valiente a algunas posiciones que
parcializan o vuelven espinoso el problema. Es de llamar la atención la omisión
de un autor como Guillermo Mattioli, quien hace una propuesta de intervención
desde la transferencia, recurso insignia de la propuesta psicoanalítica. Queda
pendiente preguntarle al autor los motivos de esta deuda.
Un libro para leerse, en verdad lo
vale…
No hay comentarios:
Publicar un comentario