jueves, 5 de mayo de 2011

Texto del Dr. Luis Tamayo sobre Tres grandes sueños...

De la pasión por el escándalo
Luis Tamayo 



Hace unos cinco años, en ocasión de una visita de George-Henri Melenotte, quien era en aquél entonces Director de l’école lacanienne de psychanalyse, a la Ciudad de México, le propuse crear una revista de psicoanálisis que llevase por nombre skandalon, como se  nombraba, en la Grecia clásica, a una piedra con la cual uno se tropezaba, que hacía perder el paso, que hacía caer. Me parecía que ese vocablo transmitía correctamente aquello que Lacan pretendía resaltar al transliterar el Unbewubte (Inconsciente) freudiano como une bévue (tropiezo, metida de pata). El psicoanálisis, entonces, por derivar de la experiencia del inconsciente, Unbewubte, une bévue, skandalon poseería un núcleo escandaloso.

En su texto, Pablo España y Mario Alberto Alquicira nos permiten conocer los detalles de ese escándalo propio de los albores del psicoanálisis:

[…] los Tres ensayos [para una teoría sexual, de S. Freud] desencadenaron una tormenta de rechazo e indignación moral, debida no tanto al hecho de asociar la sexualidad a la neurosis (después de todo, el tema de la sexualidad no estaba vedado para la ciencia y el mismo Freud había estado ocupándose de este tema en sus publicaciones anteriores), sino a que se rompieran los límites claramente establecidos entre la patología de las aberraciones sexuales y la normalidad. […] La ola de acusaciones e insultos que rápidamente se levantó, provino de la prensa y de los congresos de neurología y psiquiatría (en algunas ocasiones, hasta la amenaza policiaca estuvo presente). Así pues, el escándalo se daba en dos niveles distintos: uno popular y sensacionalista, el otro más serio pero no por eso menos encarnizado. En Berlín, Hamburgo, Budapest, Zurich, Amsterdam, lo mismo que en Boston y Washington, el psicoanálisis era considerado una “epidemia”, una “peste” que había que erradicar, una psiquiatría de “viejas comadres” totalmente repulsiva; su metodología terapéutica era una “peligrosa manera de fomentar las ideas sexuales de los pacientes”, y hasta se llegó a hablar en los periódicos de “pacientes violadas y vendidas al mejor postor”. En resumen, en los años posteriores a 1905, psicoanálisis y pornografía resultaban equivalentes. [1]

Y esos lectores iniciales no estaban errados. En el psicoanálisis hay algo esencialmente escandaloso, revolucionario, acientífico, si por ciencia se entiende la anquilosada ciencia positiva. El psicoanálisis nunca podrá ser considerado una ciencia por la ciencia positiva en la medida en que su objeto no es “objetivo” sino subjetivo. Esto lo dijo claramente Lacan en su Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanálisis de la escuela: “el sujeto en el análisis no es sino el analizante”.

Es dicho carácter propiamente loco del psicoanálisis el que le permite tratar a la locura, tal y como se muestra en el libro de excelente factura que me toca, en esta ocasión, presentar.

En este texto se realizan lecturas tanto del sueño de la inyección aplicada a Irma de Freud, así como del sueño donde Louis Althusser adelanta, sustituyendo a su hermana por su esposa, el asesinato que realizaría dieciséis años más tarde.

El sueño de la inyección aplicada a Irma, sueño paradigmático del psicoanálisis, es abordado de manera muy prolija y original. Se vincula a la Irma del sueño con Emma Eckstein y con Anna Lichtheim en una lectura bastante rigurosa. Me pareció muy interesante leer una versión diferente y perfectamente convincente de un evento que yo había analizado en un estudio sobre el tiempo que publiqué en un libro coordinado por Mireya Zapata. [2]

Quiero decir sólo unas palabras respecto a la lectura que los autores hacen del sueño de Althusser, aquél que dio fama internacional de la noche a la mañana a Fernanda Navarro al descubrirlo entre los documentos del filósofo.

En ese sueño la asesinada es la hermana, no la esposa. Se me podría argüir que tal fue solamente un desplazamiento que el analista, Diatkine, tendría que haber previsto pero… ¿no es pedirle demasiado al analista? Un analista que, según nos dejan ver los autores, era bastante denigrado por su analizante. El analista de elección de Althusser era Lacan, pero éste nunca se lo solicitó. Rose-Marie Mariaca Fellmann, nos recuerdan los autores, señala que Althusser renegó de dicha elección… pero sus razones tendría… ¿qué habrá hecho Lacan para que Althusser nunca hubiese dado el paso en su dirección? ¿No sería, simplemente, una manera de mantener un lugar incólume y así poder denigrar sin parar a su analista?

Lewis Carroll es también tematizado. Su Alicia en el país de las maravillas y su Alicia a través del espejo, por su estructura propia reciben, de manera elegante y clara, el tratamiento de un sueño, lo cual permite una lectura no sólo muy agradable sino también muy original.

Pero no se trata de contarles el contenido del libro, sino simplemente de hablarles un poco del mismo con la esperanza de despertarles el interés por aquello que este libro nos permite no olvidar: el carácter escandaloso y revolucionario del psicoanálisis.

Notas

[1] España, Pablo y Mario Alquicira, Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción. Una visión psicoanalítica, Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, 2001, p. 25.

[2] Tamayo, Luis, “El psicoanálisis, esa máquina del tiempo”, en Mireya Zapata T. (Comp.), Texturas psicoanalíticas, La tinta en el diván, México, 1999, pp. 99-103.



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[Texto leído por el autor en la presentación de Tres grandes sueños de pasión, locura y seducción. Una visión psicoanalítica (Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, 2001), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, diciembre 10 de 2001.]

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