miércoles, 4 de mayo de 2011

Psicoanálisis y cine

La importancia fundamental de los cineclubes
Nelson Carro

En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial el cine se define como un espectáculo de entretenimiento y, como dice Richard Abel, “como una forma particular de bien cultural dentro de un sistema de intercambio económico”. Sin embargo, aunque esta concepción del cine terminará imponiéndose en el mundo, no todos lo veían de la misma manera. Muchos descubrieron en el cine el potencial necesario para convertirse en arte, e incluso en un arte socialmente comprometido. Y para este cine, ya desde ese momento, resulta fundamental la existencia del cineclub, nacido al mismo tiempo que la discusión pública del arte cinematográfico y las revistas críticas. Sin abundar demasiado en quiénes estuvieron involucrados en estas primeras experiencias cineclubísticas, se puede citar a Louis Delluc, Ricciotto Canudo, Jean Epstein, Robert Desnos, René Clair, Jean Mitry, Germaine Dulac y un largo etcétera de intelectuales que casi desde sus inicios presintieron las enormes posibilidades del cine.

De la Francia de los años veinte, el cineclub se propagó por el mundo. Y a su lado fueron apareciendo las publicaciones de cine, los críticos y los cinéfilos, es decir, los espectadores que veían en el cine mucho más que un pasatiempo o un espectáculo más o menos entretenido. Y, al mismo tiempo, el cineclub funcionó como un eficaz semillero, del que no sólo salieron espectadores y teóricos, sino incluso cineastas. Alcanza, como ejemplo, con mencionar a la nueva ola francesa: Jean-Luc Godard, François Truffaut, Claude Chabrol, Eric Rohmer, etcétera, cuya existencia, primero como críticos y luego como directores, sería impensable sin el antecedente de los cineclubes y la cultura cinematográfica francesa.

Pero incluso en México, quizás un poco tardíamente, los cineclubes cumplen una labor fundamental a partir de los años cincuenta. Del cineclub Progreso, del cineclub del IFAL, de los cineclubes universitarios, derivarán tanto el grupo Nuevo Cine y su revista, como la propia Filmoteca de la UNAM y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y por ellos pasaron también varios de los futuros cineastas que a fines de los años sesenta se conocerían como el nuevo cine mexicano.

Para todos los que consideramos que el cine es más que un producto de consumo, que puede coexistir al lado de la literatura, la música o la pintura, el cineclub fue un espacio fundamental para ver películas que de otras formas nunca hubiéramos visto, para discutir y reflexionar sobre esas mismas películas y para desarrollar una concepción del mundo que en los años sesenta estuvo marcada por el compromiso político y las acciones radicales, que el cine intuyó antes que la propia realidad.

Los años de la crisis

Sin embargo, lo dicho hasta ahora forma parte del pasado. De un pasado muy rico, muy intenso, pero pasado y como tal acabado. Actualmente, la cultura cinematográfica está totalmente desvirtuada y el cineclub tradicional, prácticamente ha desaparecido. Las razones de esta crisis pueden ser varias y de diferentes tipos, Por un lado, sin duda, tuvo que ver el desencanto en que se sumió buena parte de la juventud luego del fracaso de la utopía del 68. Por otro, el avasallador dominio de Hollywood, que no sólo impuso un único modelo cinematográfico, sino que intentó acabar con cualquier otro que quisiera moverse con independencia. Tal vez también, por la desaparición de las pequeñas librerías y las tiendas de música, para dar lugar a verdaderos supermercados de libros, discos, cine o video, donde la calidad sucumbe ante la cantidad. Y en tiempos más recientes, la aparición del video y ahora el DVD, también ha sido un rudo golpe para los cineclubes. Porque el consumo casero tiene muy poco que ver con la cultura cinematográfica. En los años sesenta, por ejemplo, un cinéfilo podía ir al cine dos o tres veces a la semana. En los años de mayor auge del video, una familia podía ver siete u ocho películas solamente en el fin de semana. Sin embargo, a diferencia del primero, este consumo resulta totalmente indiscriminado. Es la misma diferencia entre comer un pastelito con un buen café, con buena compañía y en un lugar agradable, y atascarse de pingüinos y chocorroles. Además, la comparación sirve en otro sentido: la ida al cineclub permitía además la discusión posterior, aunque no fuera más que como charla de café, lo que es indudablemente el principio de la crítica cinematográfica. El ver cine en la casa no sólo impide la reflexión sino que ha hecho que buena parte de los espectadores se comporten como verdaderos patanes, hablen, coman, contesten el teléfono, se paren tres o cuatro veces, y al final, por su puesto, no entiendan nada.

Pero los espectadores no son los únicos culpables. También quienes tienen la posibilidad de incidir en la cultura cinematográfica. Cuando los cineclubes programaban en 16 ó 35 milímetros había una preocupación por conformar ciclos lo más completos posibles, por elaborar programas, por hacer debates; en definitiva, por educar al espectador. Ahora, síntoma de los nuevos tiempos, se suele pensar que el éxito del trabajo cultural está en función directa de la cantidad de público que se mueva. Entonces, se recurre al sistema más fácil: proyección de títulos exitosos que acaban de pasar por la cartelera, o revisión muy poco rigurosa de cineastas supuestamente de culto. Y mientras tanto, se desaprovecha la posibilidad del video y el DVD. Hoy como nunca, podría exhibirse en condiciones excepcionales la obra completa de Orson Welles, incluyendo buena parte de sus cortometrajes y sus trabajos inconclusos; hoy es posible una retrospectiva completa de Theo Angelopulos, Wong Kar Wai o Sergei Eisenstein. También es posible, por supuesto, revisar la obra completa de Pedro Infante, o la de José Revueltas. ¿Conocen algún cineclub que o haga? Yo no.

El Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine”

Todo lo anterior sirve como un necesario antecedente para referirme al Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine”, cineclub que se ha convertido en una verdadera institución. Tuve mi primer contacto con el cineclub cuando apenas cumplía su primer año de existencia y promediaba su cuarto ciclo. El doctor Pablo España, verdadero creador, impulsor y sostén del cineclub, al margen del patrocinio del Círculo Psicoanalítico Mexicano, me invitó a presentar una de mis películas favoritas, La pasión de Ana de Ingmar Bergman. Desde entonces, he presentado algunas otras películas y he estado al tanto del desarrollo de la actividad del cineclub. Por lo tanto, luego de una década de trabajo ininterrumpido, me parece que sus características están claramente definidas y lo separan de manera notable de cualquier otro cineclub de la ciudad de México.

En primer lugar, hay que destacar la constancia en el trabajo. A lo largo de diez años, semana a semana, el mismo día y a la misma hora, ha sido exhibida una enorme cantidad de películas, alrededor de 400, si mis cuentas no me fallan. Digo lo anterior conociendo que el cineclub se vio obligado a cambiar de sede en repetidas ocasiones, del Ateneo Español a la librería Tomo 17, después a El Sótano, al Centro de Cultura Casa Lamm, a la sede del Círculo Psicoanalítico Mexicano y recientemente a la Casa de Cultura Reyes Heroles, y que esos cambios obligaron a modificar en ocasiones día y horario. Sin embargo, estos accidentes no han impedido la constancia.

En segundo lugar, la estructuración de las funciones en ciclos: “El psicoanálisis y el cine”, “Erotismo y amor”, “La psicosis”, “La relación de pareja”, “La perversión”, “Las relaciones de familia”, “La mujer”, “La violencia”, “La infidelidad”, “Lo siniestro”, “El fanatismo”, etcétera. Son ciclos, estructurados en función de su interés psicoanalítico, obviamente, pero sin descuidar por lo general su interés y su valor cinematográfico.

En tercer lugar, estos ciclos han incluido a muchos de los cineastas más importantes de la historia del cine. Una lista no exhaustiva y ordenada alfabéticamente es la siguiente: Pedro Almodóvar, Robert Altman, Woody Allen, Theo Angelopulos, Michelangelo Antonioni, Ingmar Bergman, Bernardo Bertolucci, Luis Buñuel, David Cronenberg, Claude Chabrol, Atom Egoyan, Rainer Werner Fassbinder, Federico Fellini, Jean-Luc Godard, Peter Greenaway, Werner Herzog, Alfred Hitchcock, Miklós Jancsó, Jerzy Kawalerowicz, Krzystof Kieslowski, Stanley Kubrick, Fritz Lang, David Lynch, Louis Malle, Vincente Minnelli, Pier Paolo Pasolini, Roman Polanski, Alain Resnais, Arturo Ripstein, Carlos Saura, Martín Scorsese, Andrei Tarkovski, Françoise Truffaut, Luchino Visconti, Joseph von Sternberg, Orson Welles, Wim Wenders y muchos otros.

En cuarto lugar, y creo que casi sin excepciones, cada película ha sido presentada, comentada y debatida por un especialista, sea psicoanalista, crítico de cine o intelectual en general. No voy a citar los nombres porque sería otra lista muy extensa.

Finalmente, el resultado de todo lo anterior es la reunión semana a semana de un público generalmente constante, donde se encuentran muchas caras ya conocidas, varias de las cuales participan regular y acertadamente en los debates y las discusiones. Podría argumentarse que no son muchos. Es cierto. Pero son los suficientes para justificar el trabajo desarrollado por el cineclub. Así es como han funcionado generalmente los cineclubes, salvo muy contadas excepciones. La idea original de club, de alguna manera ya incluye esa idea de un grupo reducido, de una elite.

Psicoanálisis y cine. Antología del cine comentado y debatido

Queda por referirse a la razón que nos reúne la noche de hoy. La presentación del libro Psicoanálisis y cine, compilado por Pablo España y Mario Alquicira. Por lo dicho anteriormente, queda claro que decir que se trata de una memoria de los diez años del cineclub es un reconocimiento de su valor. Desde este punto de vista, me hubiera gustado que incluyera una mayor cantidad de textos. Algo imposible por una razón material evidente: estos dos tomos, por cierto muy bien editados, alcanzan las 600 páginas. Pero además, porque muchos de los presentadores, entre los que me cuento, suelen, solemos, improvisar las participaciones. De todas formas, los cincuenta y pico textos reunidos dan una buena muestra del desarrollo del Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine” a lo largo de sus diez años de existencia. Pero además, esta Antología del cine comentado y debatido, como se subtitula la obra, funciona como un acercamiento crítico y analítico a una serie de películas en general importantes, no siempre desde una perspectiva psicoanalítica. Del conjunto quisiera destacar solamente los trabajos de José Perrés, en primer lugar por la calidad de sus análisis de El ángel azul de Joseph von Sternberg, Edipo Rey, el hijo de la fortuna de Pier Paolo Pasolini, Medea, también de Pasolini y Recordando con ira de Tony Richardson. Pero también como reconocimiento a un compatriota y apasionado cinéfilo y melómano, de esos que mencionaba al comienzo de esta presentación, una especie casi extinguida, que el Cine Club Debate “El psicoanálisis y el cine”, el doctor Pablo España y todos los que colaboran desinteresadamente con su labor, han logrado mantener con vida y esperan reproducir en ese extraño y fascinante laboratorio en el que trabajan desde hace más de una década. Gracias.

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[Texto leído por el autor en la presentación de Psicoanálisis y cine. Antología del cine comentado y debatido (Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, 2002), Cineteca Nacional, mayo 8 de 2003.]

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